Que el clima ha cambiado, qué novedad. Incluso ha cambiado hasta en la economía. Por ejemplo, desde hace unos 15 años comenzaron a soplar unos fuertes vientos, casi desconocidos, que impulsaron hacia arriba los precios de las materias primas y uno de sus efectos fue poner en tela de juicio a la tan mentada teoría del deterioro de los términos del intercambio. Otro de los efectos fue que gobernantes y ministros de economía de la región, en su mayoría neoprogresistas y populistas, comenzaron a pavonearse en foro internacionales como los nuevos magos de la economía ante el aplauso complaciente y la mirada embelesada de inversionistas y el empresariado universal .
El caso de Brasil puede ser un ejemplo. Seguramente José Dirceu, jefe de Casa Civil (Primer Ministro) en el primer gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva y José Genoino, presidente del Partido de los Trabajadores -fundado por Lula- y ministro durante su gobierno, serán condenados por el caso del “mensalao”. Se trata de uno de los mayores casos de corrupción política en la historia de Brasil. (Es muy difícil que no sean condenados, si no lo fueran el escándalo sería aun mayor). Dirceu quedará como el cabecilla de toda la trama. Pero para muchos, y para gran parte de la opinión publica es el número dos, porque el uno fue Lula, de quien Dirceu era mano derecha y su mejor amigo y como tal se portó asumiendo todas las culpas, se dice. “Muchas de las negociaciones se realizaron en el despacho de Dirceu en Planalto, que estaba a metros del de Lula, al que José entraba y salía sin golpear, ¿y Lula no estaba enterado?”, es lo que dicen.
Lula está fuera del juicio, pero su figura seguramente va a quedar lesionada. Es difícil que en estos tiempos el pueblo brasileño siga afiliado a aquella máxima de “Adhemar rouba mas faz”
Otro caso es el de la señora Cristina de Kirchner. Le fue muy mal en su visita por EE.UU. y peor en sus conferencias (o charlas) en Georgetown y Harvard. Se salió de madre. Comenzó bien, campeona, pero rápidamente quedó claro que le faltaba entrenamiento para enfrentarse a un auditorio no complaciente: no son lo mismo jóvenes estudiantes, por muy simpáticos y hasta tímidos que sean, que los funcionarios del salón blanco de la Casa Rosada. La presidenta pierde rápidamente la elegancia, que su léxico no es muy fino y que está en contra de la libertad de expresión. Además, se descolocó mucho cuando le preguntaron sobre el brutal enriquecimiento de ella y su marido desde que llegaron al gobierno. Quedó claro por qué no le gusta la prensa libre. Luego parece que se fue de compras (y no a liquidaciones ni a “out lets”). Y al llegar a Argentina procedió a destituir, violando la Constitución, al presidente del único cuerpo contralor del Estado que aun no tenía bajo su dominio. Pero no le está siendo fácil. Cada vez la brisa en menos suave.
Es un vientito con lluvia, que moja la tierra, afloja las raíces.