Programación coherente

No se trata de comparar absolutamente nada, simplemente de reflexionar en que cualquiera sea el espectáculo debe existir una lógica, una actitud coherente: dejar lo mejor para el final, como por ejemplo el postre para quienes tenemos preferencia por lo dulce. Se supone que los lectores recuerdan cómo era la programación de cine en las décadas de los setenta y ochenta, con dos películas por el precio de una. La primera casi siempre era una repetida, vieja o simplemente menos importante que la de fondo.

En el estadio Olímpico Atahualpa se jugaban hasta tres partidos los domingos. La jornada comenzaba a las 8, madrugaban solo los pocos aficionados que tenían los equipos que jugaban el preliminar. El segundo era un poco más atractivo que el primero y se dejaba para el final el mejor partido de la fecha. En esa época ni el Aucas ni la Liga Deportiva Universitaria tenían estadio, todo el fútbol se concentraba en el emblemático Atahualpa.

Ahora me refiero a un género muy diferente, que también tiene que ver con lo que debe ser una programación coherente. He visto positivamente el trabajo de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE) desde que comenzó a ser dirigida por el maestro Álvaro Manzano. Tiene coherencia cuando dedica un mes completo de programación a presentar obras para piano y orquesta.

Se nota también la interpretación reiterada de partituras de compositores nacionales y latinoamericanos, así como presentaciones gratuitas o a precios populares. Todo eso es digno de destacarse. En lo que no estoy de acuerdo es en el orden de la programación, especialmente cuando en el repertorio figura una obra que es considerada como de las más preciosas de la música clásica.

Con el propósito de marcar su apertura hacia nuevas sonoridades, en el inicio de la temporada 2014 la OSNE presentó un repertorio muy variado de tres obras. Comenzó con el estreno nacional de Garrick, de Dante Cucurullo, una obra que permite apreciar musicalmente las lógicas de un circo.

En la parte final la Orquesta interpretó Los pinos de Roma, de Ottorino Respighi, un poema sinfónico que retrata el colorido y los paisajes de la capital italiana. Sin embargo, quienes acudimos a la Casa de la Música nos maravillamos con la segunda obra del programa: El 'Concierto para piano número 2' de Johannes Brahms, magistralmente interpretado por el pianista italiano Antonio Pompa-Baldi. ¿Puede haber algo después de Brahms? A mi criterio no, ese concierto, escrito 20 años después del primero, es una obra sinfónica de un exquisito nivel técnico.

No obstante, soy optimista, creo que pese a esos errores de programación, el vasto conocimiento musical de un director como Manzano nos permite soñar en una OSNE que siempre esté en lo más alto del acontecer sinfónico de América Latina.