Las primeras declaraciones del flamante ministro de Comercio Exterior, Juan Carlos Cassinelli, se dedicaron al acuerdo multipartes con la Unión Europea (UE): que es la prioridad de su gestión. En efecto, lo es.
El Ecuador abandonó las negociaciones del acuerdo UE-CAN, por considerar que el proteccionismo es la mejor vía para el desarrollo económico y social. Es una posición respetable, la comparten importantes políticos mundiales; el candidato republicano Donald Trump califica el TLC de EE.UU. con México como el peor acuerdo comercial de la historia.
El acuerdo ya está en vigencia para Colombia y Perú. Colombia nos desplazó como mayor abastecedor de banano en Europa, al vender con un arancel menor. Ecuador lidera en ventas a Europa de atún enlatado, flores y camarón, gracias a preferencias que el Viejo Continente nos otorga unilateralmente.
Tardíamente, el Presidente se percató que Ecuador perdería las preferencias al superar el tope de PIB per cápita permitido a los beneficiarios. Desde entonces trata de recuperar el tiempo perdido y adherirse al acuerdo multipartes; consiguió una extensión improrrogable hasta el 31 de diciembre.
Pero dos cosas han conspirado para la culminación del proceso de adhesión: la guerra sorda de los miembros del Gabinete opuestos al acuerdo, y el sesgo proteccionista de las políticas públicas. Las salvaguardias hicieron que Bogotá y Lima retuvieran su visto bueno a la adhesión del Ecuador hasta que Quito no las excluyera de la salvaguardia, con lo que se perdió un tiempo precioso.
Una vez superado este obstáculo, surgió la iniciativa de adoptar otro mecanismo de restricción de las importaciones que entre en vigencia al expirar la salvaguardia en junio 30. Bruselas advirtió que todo nuevo mecanismo tendría que ser estudiado antes de proseguir con el trámite de adhesión, con lo cual no habría acuerdo vigente este año. Las autoridades optaron por prorrogar la salvaguardia un año más: no requiere un estudio. Está por verse si la OMC y la Unión Europea aceptan la prórroga.
Quizá el terremoto motive a estas instituciones a ser más comprensivas de las dificultades de nuestra balanza comercial. Amparado en una alta renta petrolera, el Gobierno propició un aumento desmedido de los costos internos. Ahora que cayó el precio del petróleo, le cuesta adoptar políticas encaminadas a reducir estos costos.
En todo caso, el peor costo sería tener que exportar a Europa sin acuerdo comercial. Colombia seguirá ganándonos el mercado bananero y florícola, Filipinas, hoy con preferencias, se apresta a arrebatarnos el atunero. Una contracción de las ventas no petroleras tendría consecuencias mucho más graves que un posible incremento de importaciones por la eliminación de la salvaguardia.
A Bruselas, ministro Cassinelli. No hay tiempo que perder.
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