Que los bebés hereden de sus madres la adicción a la droga ‘H’ simplemente espeluzna. Pero es una realidad. Ayer, este Diario publicó que una sola maternidad de Guayaquil ya reporta 39 neonatos con el síndrome de la abstinencia a ese narcótico elaborado con heroína, cemento, gasolina y alquitrán.
Otro dato revelador: el 90% de estos niños son hijos de adolescentes. ¿Por qué llegamos a este punto? ¿Qué sucedió con las políticas de prevención? No hay nada concreto.
En los nueve años que lleva en el poder este Gobierno ha tomado decisiones fallidas y represivas. Envió a policías y a canes amaestrados a las aulas. Pidió que revisasen las mochilas de los alumnos. Registraron a los ambulantes que venden en las afueras de planteles. Se equivocaron por completo.
Las mafias del microtráfico son más audaces. Comenzaron a vender alcaloides por Internet, reclutaron a los alumnos intimidándolos y hasta se inventaron la ‘H’.
Las autoridades apenas pudieron reaccionar, pero lo hicieron con más represión. El 1 de octubre del 2015, la Asamblea aprobó la Ley Orgánica de Prevención Integral de Drogas y endureció las penas para quienes vendan narcóticos en pequeñas cantidades. Un mes después, la Corte Nacional de Justicia avaló la acumulación de penas para juicios relacionados con droga.
Eso está bien, pero no es suficiente. En la Ley, además, se aprobó crear una materia para que en los planteles se hable de la problemática; siete meses después eso tampoco se ha implementado. Los colegios hacen lo que pueden. Presentan documentales o películas a sus alumnos, invitan a representantes de fundaciones para que dicten conferencias y realicen talleres. Pero nada es sostenido.
En salud ocurre lo mismo. En el país hay 62 centros para el tratamiento de la adicción. 58 son particulares y solo hay cuatro públicos para quienes necesiten internarse. No obstante, el discurso oficial se ve contradictorio. A la última reunión de la ONU (19-21 de abril) llevaron la idea de que la prevención es prioritaria.