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Con una frecuencia que duele, nos llegan noticias sobre hechos de violencia protagonizados por alumnos, dentro de la escuela. Las novedades que trascienden constituyen episodios graves en los cuales la forma de agresividad que un grupo descarga sobre una víctima elegida, tiene consecuencias funestas.
Esto ocurrió a la salida de una escuela nocturna en Junín. El hecho tuvo las características de un acoso o ‘bullying’, que se define como una forma de maltrato físico, psicológico y verbal, en el ámbito colegial, aunque la mayoría de las veces se concrete fuera de él. Existe, en la actualidad, una forma de ese asedio que se sirve de las redes sociales, el ciberacoso.
Quienes son objeto del ‘bullying’ lo sufren como una desoladora experiencia emocional cuya reiteración agota sus fuerzas, termina deprimiéndose, sintiéndose marginado socialmente, en un estado de ánimo que en casos extremos lo lleva a elaborar fantasías de suicidio como modo de liberación, deseo que a veces se torna lamentablemente real.
El tema se ha actualizado en el citado suceso de Junín. La víctima fue una joven de 17 años que recibió un castigo corporal de consecuencias mortales. Las autoras principales de una paliza tan cruel fueron una condiscípula de la misma edad, otra de 22 y una tercera de 29 años.
Si bien no quedó confirmada la causa de tal agresión, se mencionó que la chica atacada era considerada linda entre sus compañeras y la agresión habría sido desencadenada por envidia.
El acoso comenzó a ser objeto de estudio en el último cuarto de siglo pasado, a raíz de un episodio muy conmovedor ocurrido en Noruega, en el cual tres jóvenes llegaron a quitarse la vida.
Los efectos del ‘bullying’ son diversos y pueden concretarse en aislamiento social, sentimientos de coacción, presiones que atemorizan y bloqueo de afectos.
Richard Cardillo, especialista norteamericano que viene analizando casos muy graves de acoso que se han presentado en escuelas de su país y de América Latina, afirma que los acosadores sienten a sus víctimas como enemigos potenciales a los que necesitan someter de cualquier modo, por cuanto se sienten inferiores y quieren ganar en sentimientos de superioridad mediante actos violentos, que se realizan con la complicidad de otros que lo siguen.
Esta asimetría de fuerzas distingue al acoso del conflicto, ya que en este último son dos los que pugnan, en un nivel de equilibrio mientras que en el ‘bullying’, por lo general, uno es asediado por un grupo.
Ante comportamientos sociales tan peligrosos que se dan en el escenario escolar, lo que resulta eficaz es la pronta intervención de padres y docentes cuando se estima que se está consolidando un cuadro de acoso.
La rutina de la burla, la humillación y la agresividad volcada sobre una víctima, debe quebrarse lo antes posible. Esa acción preventiva evitará males mayores y dará oportunidad de que operen profesionales de la psicología clínica o de la psiquiatría para tratar el problema y contar así con una necesaria prevención.