Tantos y tantos casos de corrupción que salen a la luz casi cada semana, cometidos en diez años del anterior gobierno, obligan a tomar conciencia a la ciudadanía para no mirar impávida frente al engaño de quienes administraron el país con un discurso falso y que coidearios del mismo movimiento político se han encargado de poner en evidencia que abusaron en su década ganada, en nombre de la cacareada revolución ciudadana.
Una corrupción institucionalizada cuya dimensión aún no se repara. Se conoce que esto recién comienza. Solo se ha descubierto parte del sector petrolero y a medias el caso Odebrecht. El último: algo espantoso que costó más de USD dos mil millones para la repotenciación de la refinería de Esmeraldas y el Presidente y las nuevas autoridades del sector verifican el pésimo estado en la que se encuentra pese a la exorbitante inversión estatal. En tan poco tiempo no ha funcionado a cabalidad y hoy toca de nuevo reparar, con más inversiones, pero la diferencia es que se anuncia concurso y no adjudicación a dedo, como se acostumbraron en el correísmo.
Queda por indagarse al menos dos grandes sectores del desarrollo estratégico: eléctrico y las telecomunicaciones, que coordinó durante años la ejecución de las mega obras quien hoy sufre de amnesia. No recuerda nada ni siquiera reconoce a los parientes, pese a que fuera socio en empresas y presidiera los directorios de los organismos.
Hasta el ex secretario jurídico de la Presidencia ha declarado que el Vicepresidente negoció directamente el acuerdo para que retorne Odebrecht.
De lo que se ha descubierto hasta hoy se advierte la participación de empresas del sector privado, funcionarios públicos y familiares de altos jefes del proyecto político. Lo peor de todo es que el mandatario anterior habla de traición del actual Presidente. Creyó que como los seguidores ovejunos del movimiento oficial iba a agachar la cabeza, seguir con la política de tapar la corrupción y se equivocó.
Traición por no seguir el modelo corrupto instituido por su régimen autoritario, para lo cual controló todos los poderes, incluida la justicia y los organismos de control y persiguió y sancionó a medios para que no revelen lo que hoy se conoce paulatinamente. Es entendible que esté desesperado porque se siga descubriendo tanta irregularidad, que le podría vincular porque él controlaba todo.
Hoy pretenden perseguir al ontralor subrogante, que ha tenido la valentía de destapar la corrupción en el régimen pasado. En cambio, el país tiene que hacer presión a la Fiscalía para que actúe con diligencia y demuestre su titular que dejó de ser cercano al ex presidente. Su obligación es investigar a fondo sin demora y deberá descubrir y señalar a todos los responsables, imputar cargos y dictar medidas cautelares, sin excluir a nadie.