Las instituciones se justifican cuando son capaces de cumplir exitosamente su misión. La Constitución del Ecuador dispone: “Las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía e integridad territorial”. Esta debe ser la preocupación principal de quienes las dirigen: el Presidente de la República, el Ministro de Defensa Nacional y el Alto Mando Militar. Para esto, si bien es importante el oportuno y adecuado equipamiento de las Fuerzas Armadas, así como la atención a su bienestar y la acertada planificación de su empleo y correcta conducción; todo esto no las conducirá al éxito si no están debidamente preparadas técnica, física, mental y moralmente, lo que solo se alcanza con la instrucción militar diaria y continua.
Para su sistemática preparación, las Fuerzas Armadas deben cumplir estrictamente los programas de instrucción, los que incluyen el conocimiento meticuloso del material bélico (fusiles, ametralladoras, tanques, cañones, aviones, helicópteros, buques, submarinos, radios, computadoras) y su óptima utilización aún en las peores condiciones. También dichos programas comprenden el entrenamiento de cada oficial y miembro de tropa para que se desempeñen eficientemente como parte de diferentes unidades militares y en diversos escenarios.
Con los jóvenes que prestan durante un año su servicio voluntario en las Fuerzas Armadas, se completan las unidades militares, sin lo cual no sería posible que estas pudieran realizar la instrucción y cumplir cualquier misión. La ejecución estricta de los programas de instrucción exige que las unidades militares cuenten todo el tiempo con su personal orgánico. Así el trabajo diario en las aulas y el terreno produce el mutuo conocimiento de las capacidades profesionales y de los valores morales de los comandantes y su tropa, lo que conduce a la recíproca confianza. Recién cuando una unidad militar alcanza esa cohesión, está en condiciones de cumplir exitosamente misiones, aun las más difíciles. Pero si numerosos oficiales y miembros de tropa son utilizados en tareas que corresponden a otras instituciones, no es posible una eficiente preparación de las FF.AA. Bien está que cuando se declara el estado de excepción (en caso de agresión, conflicto armado internacional o interno, grave conmoción interna, calamidad pública o desastre natural) el Presidente emplee a las FF.AA. para que actúen en el control de la situación, porque si se falla, los perjuicios al país serían enormes. En cambio no es conveniente desgastarlas en actividades como el control cotidiano del orden público, para el cual existe la Policía, cuyo personal está entrenado, armado y equipado para este efecto, tiene experiencia y conoce la problemática. Si es procedente alrededor de 8 000 militares en la frontera norte.