La mayor parte de los periódicos de nuestra historia surgieron en Guayaquil y Quito, pero también en otras ciudades hubo producción periodística, aunque casi siempre de escasa duración. En Cuenca hubo imprenta y se fundó el periódico “El Eco del Azuay” en 1828. Su principal alentador fue uno de los grandes pensadores y periodistas del naciente país, Fray Vicente Solano, ideólogo tradicionalista e implacable crítico de la realidad. Solano publicó también “La Escoba”, donde divulgó sus ideas y combatió a los gobiernos.
En Loja se publicó un primer periódico, que llevaba el nombre de “La Federación”, hecho que expresaba la voluntad local de constituir un “distrito federal lojano” en medio de la crisis de 1859. El primer periódico de Imbabura fue “El Imbabureño”. Y el primero de Ambato, “El Tungurahua”. Ambos, como algunos de otros lugares, llevaban nombre de identidad local. A lo largo del siglo XIX en todas las capitales de provincia, incluso algunas de cantón, se habían publicado periódicos.
La gran mayoría de los periódicos decimonónicos no duraron mucho. Unos porque tenían un objetivo coyuntural; otros porque no podían sostenerse o eran violentamente suprimidos. Pero hubo algunos que duraron varios años y unos pocos hasta décadas. Se publicaban cada 15 días, semanalmente o hasta dos por semana. Algunos desde el inicio se definían como “publicación eventual”.
Sobre todo los periódicos que se publicaban con mayor frecuencia debían atender varias demandas de los lectores. Además de comentarios de noticias y debates políticos, incluían información de cuestiones científicas y literarias, comercio, industria y agricultura. Se hacían observaciones sobre costumbres, se imprimían relatos de viajes y novelas que se publicaban por entregas. Se insertaban “amenidades”, anécdotas y datos curiosos. Dependiendo de la orientación de los redactores, se publicaban documentos eclesiásticos o manifiestos liberales, casi todos venidos del exterior.
En general, los periódicos no se centraban en la presentación de noticias locales, ya éstas se divulgaban mucho más rápidamente por mecanismos informales. El periódico servía para dar versiones concretas de hechos conocidos, o para divulgar noticias de otras ciudades y del exterior.
Los periódicos tenían motivaciones coyunturales, pero también fueron eficaces instrumentos de promoción de la cultura oficial. Eran vehículos de divulgación de las producciones literarias. Allí se publicaban poemas y ensayos de ocasión, pero también varias obras que, luego de haber aparecido en los periódicos por entregas, se editaron como libros centrales en nuestra literatura. En una realidad en que los libros eran muy escasos y caros, donde no había prácticamente bibliotecas, el periódico era el medio más frecuente de divulgación cultural.