La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) comenzó con polémica: el premio principal, consistente en un jugoso cheque de 150 000 dólares, fue otorgado a Alfredo Bryce Echenique, escritor sobre el que pesan no solo acusaciones sino sentencias en firme por plagio.
Ricardo Cayuela Gally, colaborador de Letras Libres, describió, a propósito de esta polémica, el prontuario del escritor peruano en aquella materia, uno que va desde la copia que Bryce hiciera de un texto de su amigo Ángel Esteban, escrito para celebrar su supuesta amistad imperecedera, hasta el plagio de un ensayo sobre política internacional escrito por un diplomático peruano en la ONU, pasando por la copia de textos sobre temas tan disímiles como el consumo del tabaco o la angustia de Kafka. Al parecer, los casos de plagio siguen apareciendo y hasta hay quienes se dedican a buscar cuál fue el primero de ellos, cuenta Cayuela Gally.
Creo que el jurado de la FIL cometió un error otorgándole su premio más importante a Bryce, pero no tanto porque este personaje sea objeto de acusaciones comprobadas sobre plagio, sino porque existen escritores cuya obra se merece más un reconocimiento como aquel. (Estoy pensando en Javier Marías, por ejemplo).
Quienes protestan por la concesión de este premio tal vez pierdan de vista que los escritores no son Hermanitas de la Caridad sino personas de carne y hueso que se ganan la vida forjando historias, inventando personajes e imaginando lugares inexistentes; en una palabra: mintiendo descaradamente de principio a fin.
Está claro que Bryce –y esto no le exime de culpa– ha sido incapaz de trazar una línea divisoria entre su trabajo ficcional y su trabajo periodístico. Así que lo más conveniente para él y sus lectores será que este escritor se abstenga de publicar ensayos en periódicos o revistas mientras siga presentando como suyo el trabajo de otros.
Pero en el ámbito literario –que es el que juzga el premio de la FIL– el autor de ‘La vida exagerada de Martín Romaña’ debería continuar publicando. El territorio de la ficción es maravillosamente propicio para escribir sin el rigor factual que requiere el género ensayístico.
Allí, Bryce –y cualquier otro autor– podrá dar rienda suelta a su deseo de decir lo que le dé la gana y de citar como suyo o de cualquier otra persona real o ficticia las ideas descabelladas o rigurosamente ciertas de quien se le ocurra.
Bryce Echenique deslumbró al lector de novelas con ‘Un mundo para Julius’, un libro que permanecerá en los anales de la literatura latinoamericana, por la hondura con que fue escrito y, a la vez, con la frescura de su lenguaje. Ese Bryce es que debe perdurar, ese es el Bryce que necesitamos.