Luego de los inesperados resultados de la consulta popular, se ha producido una convulsión en el imaginario de muchos líderes de diferentes ámbitos de la sociedad para participar en las elecciones presidenciales del 2013. Se percibe como posibilidad -antes no imaginable- de que la contienda puede ser pareja, pues hay un voto de rechazo consistente, aunque oculto, contra el actual Régimen. Sin embargo, las múltiples autocandidaturas no demuestran una organización nacional con la proyección para consolidarse en el escenario nacional y competir con la poderosa maquinaria a la que tendrán que enfrentar.
Este problema, que más incide en la vanidad que en la seriedad, nace en un entorno nacional que tiene un solo protagonista que -hasta el momento- enfrentará a varios candidatos que solo demuestran ser fragmentos egocéntricos o embriones incipientes, incapaces de trasmitir un proyecto nacional que pueda ser asimilado por la ciudadanía como alternativa.
Estos silvestres precandidatos desconocen que para vencer a un poderoso adversario como el actual Presidente y su partido existe una vía que , aunque difícil, puede ser la concertación política. Sin embargo, este proceso requiere por lo menos de dos condiciones, además de superar un escenario individualista y excluyente como el que existe en el Ecuador opositor.
En primer lugar hay que advertir que las concertaciones se han logrado cuando los países retornaron a la democracia luego de traumáticas experiencias como en la España posfranquista, Chile después de Pinochet y Uruguay luego de la represiva dictadura que asoló a ese país. En el Ecuador la experiencia del gobierno de Rafael Correa es dudosa si puede ser considerada como traumática, pues hay que diferenciar la represión sistemática que sufrieron aquellas naciones, con una psicopatía avanzada desde el ejercicio del poder como nos acontece.
El segundo requisito, es que la concertación política implica el acuerdo entre diferentes sectores; por tanto, una obligada resignación de posiciones personales, ideológicas y políticas, ¿cómo se podrá lograr esto en un país en el cual desde la cuna todos tenemos la banda presidencial?
En este aspecto, alecciona el presidente José Mujica, al posesionarse: “Me estoy imaginando el proceso político que viene, como una serie de encuentros a los que unos llevamos los tornillos y otros llevan las tuercas. Es decir, encuentros a los que todos concurrimos, con la actitud de quien está incompleto sin la otra parte. En ese tono se va a desarrollar el próximo gobierno del Frente Amplio… Puede ser que el Gobierno tenga más tornillos que nadie, más tornillos que el Partido Nacional, más que el Partido Colorado, más que los empresarios y más que los sindicatos…¿Pero de qué nos sirven los tornillos sueltos, si son incapaces de encontrar sus piezas complementarias en la sociedad?”.