El triunfo de la moción del señor Pedro Sánchez y con ello su ascensión a la presidencia del Gobierno español es una muestra clara, las alianzas realizadas, otrora imposibles, han dado paso a la consolidación de una mayoría que ha llevado al PSOE a un gobierno buscado incesantemente en los últimos años y no encontrado en las urnas. La alianza con Podemos, de Pablo Iglesias, cuyo pensamiento y discurso se centran en el rechazo al capitalismo, la oposición al sistema de economía de mercado y la concepción de democracia como participación directa y popular de los votantes en la forma de gobierno, forma a la que la define como democracia socialista del siglo XXI, más claramente populismo, no prometen transparencia ni confianza en la búsqueda de mejores días para España.
Casos no menos extraños son los del Partido Nacionalista Vasco y los independentistas Esquerra Republicana de Cataluña y Partido Demócrata Europeo Catalán, cuyos planteamientos de autodeterminación e independencia, a límites de obcecación, han llevado a confrontaciones extremas, coalición que permite inferir desde el otro lado del charco que no son objetivos claros y definidos en pro de España.
A la distancia está Nicaragua, un pequeño gran país, cuyo líder Daniel Ortega, años atrás revolucionario, se resiste a dejar el poder y arremete contra todo y contra todos por defender un sitial que según varios segmentos sería ilegítimo. No importa que el número de muertos se acerquen a 130 y el de heridos a 1 200, su sillón no parece negociable. Ni la Conferencia Episcopal Nicaragüense, ni la Corte Interamericana de Derechos Humanos pueden con esa absoluta voluntad de mantenerse en el poder junto con su cuestionada esposa, la Vicepresidenta. La guerra interna y las violaciones a los derechos humanos que se libran en la encantadora Managua, no tienen importancia para el ex – guerrillero sandinista, calificado hoy por la oposición como el nuevo Somoza del país centroamericano. Está claro, su objetivo es el poder, el indigno fin justifica los medios.
La antaño próspera y rica Venezuela, es otro de los ejemplos de obstinación del poder, paradoja y atentado a la racionalidad y a la sociedad de la información. La política, palabra proveniente del griego polis y definida como toda actividad relacionada con la organización y buena marcha de la sociedad / actividad de los que gobiernan los asuntos que afectan a la sociedad, ha degenerado, en Venezuela, en largas peroratas y arengas sin sentido, cargadas de falsedad y eufemismos, somníferos degradantes para un significativo grupo de la población que por infortunio no ha logrado superar las barreras del analfabetismo funcional y que seducido por el engaño populista y la divinización de un caudillo no logra romper las cadenas de la pobreza, elemento imprescindible para la existencia de este tipo de gobiernos. Las cuestionadas elecciones de mayo, son evidencia clara de esta porfía en el poder, a cualquier precio.
Columnista invitada