La muerte del presidente Hugo Chávez, a más del desconcierto e incertidumbre que ha causado, marca el inicio de una etapa de transición en la que estará en juego la continuidad de su proyecto político en Venezuela.
A decir de las multitudinarias manifestaciones de adhesión que se han dado con motivo de su desaparición, podría afirmarse que hay chavismo para largo. No obstante, se abre un nuevo ciclo en el cual este proceso podría fortalecerse, como también debilitarse.
Fortalecerse porque se ha hecho todo lo requerido para deificar al caudillo, intentando que este transcienda la política para darle ribetes religiosos. Sus imágenes y discursos son difundidos como si se tratase de un santo, alimentando la fe y esperanzas inmensas de un pueblo. De ahí que en lugar de hablar del fin del chavismo posiblemente hablemos de un nuevo ciclo en donde prácticamente todo lo que se haga estará en función de lo que dijo en el pasado su líder máximo. En ese sentido, Nicolás Maduro representa una línea de continuidad.
Debilitarse porque, pese a todos los intentos que se hagan por mantener vivo el proceso, va a ser difícil llenar el vacío dejado por Chávez. Algunos de sus más cercanos colaboradores podrán tener los atributos para sucederlo pero no para reemplazarlo. No tienen el carisma, capacidad de comunicación y habilidad para conducir los hilos de la política. Incluso eso hará más difícil que un personaje como Nicolás Maduro, quien seguramente triunfará en las próximas elecciones, no pueda capear con éxito la actual situación económica que vive Venezuela. La inflación es la más alta de América Latina (27 por ciento en el 2011 y 24 por ciento en el 2012). Aunque los niveles de desempleo han bajado, el subempleo es alto. Su economía depende del petróleo, existiendo en los últimos años un franco deterioro de los sectores agrícola-ganadero, manufactura, construcción, entre otros.
A esto se suma lo que pasa en el ámbito político. No me refiero tanto al juego oficialismo-oposición sino a las marcadas diferencias que existen al interior del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Así como Maduro controla ciertos sectores, Diosdado Cabello y Elías Jaua controlan a las FF.AA. Eso terminará, tarde o temprano, por minar desde dentro el proceso. Una suerte de anarquía por una posible pugna de poder dentro del propio chavismo.
De esta manera, hay varios escenarios que se presentan en el corto y mediano plazos para Venezuela.
Pese a los intentos que se están haciendo por darle solidez y coherencia al proyecto político, veo con escepticismo la continuidad del chavismo.
Al igual que otros regímenes caudillistas, lo promovido en Venezuela no tiene sentido sin Chávez.