El populismo de Trump

Al igual que en Europa, el populismo en Estados Unidos ha comenzado a florecer. Lo ha hecho a través del virtual candidato a la Presidencia por el Partido Republicano, Donald Trump.

Su “exitosa lucha” por llegar primero a la nominación ha estado mediada por un discurso populista que ha chocado no solo con los cimientos ideológicos del Partido Republicano sino incluso con los valores que ha pregonado y enarbolado EE.UU. desde su constitución como Estado.

Así como en Europa la ultraderecha ha ganado más espacio con un discurso maniqueo y simplón, Trump lo ha hecho de igual modo en Norteamérica. Sobre todo a través de un mensaje racista contra la comunidad hispana. De ahí que haya insistido en que, si gana la Presidencia, plantee la posibilidad de deportar a miles de inmigrantes o construya un gran muro que frene en seco la inmigración desde América Latina.
Este discurso racista ha conectado preferentemente con un sector de la sociedad estadounidense: trabajadores blancos con menos estudios, sectores tradicionales, población rural del interior y clases medias perdedoras de la Gran Recesión.

Esto preocupa a los propios republicanos. El fenómeno Trump no solo que ha fracturado al partido por el efecto que esto puede tener en el voto latino sino que incluso por las críticas dirigidas al establishment. Aunque Trump ha conseguido prácticamente la nominación no podrá conseguir la Presidencia de los Estados Unidos con un partido dividido.

De ahí que se haya comenzado a pensar en un candidato a la Vicepresidencia con un perfil más ortodoxo. Hay varios nombres: John Kasich, gobernador de Ohio; Susana Martínez, gobernadora de Nuevo México, o Nikki Haley, gobernadora de Carolina del Sur. Es decir, alguien que pueda cerrar la división existente en el partido, tejer vínculos con el electorado latino y aportar con propuestas que le den mayor consistencia en términos de política interna y externa.

Y es el que populismo de Trump, que vive del odio y el temor que engendra, no solo se da en el ámbito político sino también económico. Ha hecho énfasis en iniciar una etapa proteccionista frente al comercio global y un aislacionismo de un país que considera débil. En este sentido, ha hablado de imponer a China el 35% de impuestos a sus exportaciones y, con respecto a Europa, dilatar el tratado de libre comercio con la Unión Europea.

El populismo de Trump preocupa cuando pensamos lo que puede hacer a nivel interno pero en una pesadilla cuando intervenga a nivel externo. En un escenario multipolar, con el ascenso de China y el fortalecimiento de Rusia, ¿nos imaginamos acaso la postura que podría tomar en una región tan sensible e inestable como Oriente Medio? ¿Se ha pensado en los efectos que puede tener para el mundo confiar el poderío nuclear de Estados Unidos en las manos de un político populista como Trump?

smantilla@elcomercio.org

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