La complicada situación política, económica, etc., que atraviesa el país exige rectificaciones profundas y urgentes y la labor conjunta de los sectores público y privado.
Problemas como la brusca caída internacional del precio del petróleo, para la cual, según afirmó el presidente Rafael Correa, el Gobierno estaba preparado así baje a 20 dólares, pero el martes último reconoció que la situación es “dificilísima”, porque había descendido a 30 dólares, es decir, 9 menos que el costo de extracción de cada barril de crudo, (a lo cual hay que agregar el alto interés por los anticipos por la preventa); la amenaza de erupción del volcán Cotopaxi, que dio lugar a la declaratoria de estado de excepción, sobre la que varios analistas opinan que, en realidad, es una maniobra para frenar las manifestaciones callejeras de la oposición; la posibilidad de que también se intensifique la actividad del volcán Tungurahua y que el fenómeno de El Niño sea esta vez más devastadora que en ocasiones anteriores. Estos y otros temas han puesto a prueba la real capacidad del Régimen para afrontar la crisis cuando la bonanza se ha transformado en insuficiencia de recursos.
Una medida de austeridad anunciada hace pocos días, y que ha sido sugerida desde hace algún tiempo, es la reducción del excesivo número de ministerios, secretarías, viceministerios, subsecretarías, asesorías, etc., y se ha encargado el estudio correspondiente a la Senplades, cuyo personero califica de “optimización institucional”, elegante eufemismo.
Lo que tampoco ha rebajado es la clientela de comensales de Carondelet. Con frecuencia se muestra en los noticieros y en las amenas cadenas de los sábados el alto número de invitados y los brindis presidenciales. Lo mismo ocurre con el derroche de propaganda y los descomunales carteles con los que forran los edificios ministeriales, etc.
Constituyen testimonios respetables y merecen debida atención la observación de la Relatora de Naciones Unidas al duro trato policial a manifestantes indígenas, y el mensaje de los representantes de la Iglesia en Ecuador, quienes, por intermedio del Arzobispo de Guayaquil, anotan que “en los últimos tiempos se han restringido peligrosamente los espacios de discusión de los asuntos públicos y solo ha quedado la calle como espacio de manifestación del descontento, lo cual exige profundas rectificaciones. Hace falta emprender en un verdadero diálogo, en el cual se tomen en cuenta los reclamos de la población, entre ellos las reformas constitucionales y la reelección indefinida”.
Cabe insistir que, en la actual situación, es necesario un cambio de mentalidad y de actitud de gobernantes y gobernados, sectores público y privado, para solucionar los problemas políticos y financieros. En otras palabras “poner los pies en el suelo”, unir esfuerzos y actuar con seriedad, respeto y patriotismo.