Pompas casi fúnebres

Si aún existe Selecciones, la revista del Reader’s digest, cuyo significado nos parecía ser ‘léala y digiera’ (que es, en sentido figurado, consejo digno de tener en cuenta), y conserva la sección “Enriquezca su vocabulario”, yo sugeriría a los lingüistas de nota que la redactan, que hoy la llamaran “Empobrezca su vocabulario”, contra las hinchazones que pretendo mostrar.

Si usted resiste la pompa del párrafo siguiente, se cuenta entre los muchos que imaginan que cuantas más sílabas recibe una palabra, más se amplía su significado: “El índice de siniestralidad de nuestras carreteras, la exterminación de tantas vidas, la vinculación de esa expoliación con la falta de reflexividad de nuestros conductores, con el avance de una minusvalorización e infravalidación de la existencia humanitaria, exige de nuestra parte una actitud colaborativa, en lugar del desfasamiento que nos sume en nuestra privacidad a causa de la peligrosidad generalizada por la falta de concientización de nuestros elementos al volante. En este enmarcamiento, no avalicemos con el silenciamiento esta tendencia. Nuestra aperturación hacia las víctimas logrará su valorización, y mediante una teorización con sustentación investigativa, llegaremos a una derivación positiva, aunque nunca, a la consolación.

El listado y la numeración de muertos y heridos, la liberación de los conductores; la obligatoriedad de hospitalización del victimizado, si resultó viable, y las tramitaciones que exigen nuestra presencialización en mil lugares, la falta de voluntariedad de las autoridades que luchen contra la desertificación de la justicia y contra tanta indiferenciación, y nuestra minimizada emotividad ante la otredad del otro, nos llevarán –ya nos han llevado- al acostumbramiento y a juzgamientos que nunca progresan”.

Sálabas más, sílabas menos, nuestro idioma es un haz de términos ‘archisilábicos’; siniestralidad, por siniestro; exterminación, por exterminio; vinculación, por vínculo; reflexividad, por reflexión; desfasamiento, por desfase; peligrosidad, por peligro; concientización por concienciación; avalizar por avalar; silenciamiento, por silencio; valorización, por valoración; derivación, por deriva; consolación, por consuelo; listado, por lista; aperturación por apertura, selectividad por selección; acostumbramiento, por costumbre; direccionar, por dirigir; silenciamiento, por silencio, y mil zarandajas más, como diría Sancho, dan al traste con la economía silábica que contribuye a la discreta belleza de nuestra lengua. Hasta en la expresión preferimos los elefantes blancos, como en los restaurantes ‘medios’ de los gringos, donde, si no sirven en platos inmensos y no sobra comida ‘para el perro’, el cliente se siente perjudicado.

¡Y la gloria de otra exclamación multisilábica, oída en plena peluquería:

-¿Ve lo linda que quedó con la voluminosidad de su cabellito?
¡La oyeron estos oídos que, más pronto que tarde, polvo se volverán!…

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