La crisis económica global actual comienza a generar enseñanzas sobre las condiciones políticas que requiere la gestión económica. La importancia de la relación entre política y economía emerge con fuerza cuando se analizan las formas en que Europa está enfrentando la crisis.
Por un lado, la economía experimenta ciclos de expansión y restricción de intensidad y duración poco previsibles. Tanto los ciclos de expansión, que suponen capacidad de gasto y que por lo general comprenden políticas redistributivas; como los restrictivos, que privilegian la estabilidad y la disciplina fiscal, requieren de actores y de liderazgos diferenciados. Las elecciones españolas están demostrando capacidad de alternancia de estos actores en el gobierno; el ciclo expansivo gestionado por el Partido Socialista PSOE, es ahora sustituido por el Partido Popular PP, actor que ubica como referente la lógica restrictiva que el ciclo económico exige en la actual coyuntura. El sistema político español está demostrando capacidad de generar dialécticas intensas entre Gobierno y oposición, con clases políticas con capacidades de substituirse en ambos roles.
La lógica electoral, por lo general, tiende a seleccionar a uno u otro actor de acuerdo al posicionamiento cíclico de la dinámica económica. Si bien cada una de las tendencias tiene una porción de electorado duro que se mantiene fiel más allá de los vaivenes de la economía, un gran número de electores en cambio es más sensible a la coyuntura y reacciona migrando de tendencia y definiendo cambios en el actor de Gobierno y de oposición.
El caso de Italia, en cambio, presenta otra dinámica. Ante la ausencia de actores políticos mayoritarios, se asiste a una permanente negociación entre grupos restringidos que expresan presiones corporativas y partidos minoritarios que lotizan el poder. Esto impide plantear con claridad líneas de gobierno alternativas de acuerdo a los ciclos de la economía y, en el contexto de la crisis actual, ha generado un vacío de poder, llenado por actores tecnocráticos que emergen en sustitución de una clase política comprometida con la debacle económica.
El manejo político de los ciclos económicos en el Ecuador, en cambio, se caracteriza por la radicalidad y la polarización. A cada ciclo no solo corresponden actores políticos distintos (que desaparecen cuando cambia el signo de la economía) sino que también se intercambian instituciones, leyes y hasta constituciones. En lugar de establecer mecanismos que permitan maniobrar en forma flexible en condiciones de recesión o de bonanza, la política ecuatoriana reacciona dando bandazos, sin ninguna capacidad de aprender de la experiencia histórica para blindar a la sociedad de las intermitencias cíclicas de la economía.