El mundo irreal de Alianza Pays

En el principio era el Verbo. Y el Verbo estaba en Dios. Y el Verbo era Dios”: así comienza la Biblia el relato de la creación del mundo. Antes, todo era caos y oscuridad.

Estas ideas acuden a la mente de los ecuatorianos al escuchar al gobierno y a sus fanáticos partidarios describir los cambios producidos en el Ecuador desde cuando el presidente Correa asumió el poder hace 10 años. Hablan con tanto entusiasmo sobre la revolución socialista del siglo XXI y con tanta sumisa admiración por su líder, que suscitan dudas sobre su capacidad para percibir objetivamente la realidad.

Nunca antes en el Ecuador hubo un gobierno tan receptivo con respecto a lo que el pueblo piensa y desea -nos dicen- mientras el descontento cunde entre trabajadores, maestros y campesinos.

Hemos transformado al estado obeso e ineficiente -nos enseñan- mientras predican la meditación y la ingesta de saludables frutas a una burocracia que ha duplicado su número. Nunca los derechos humanos han sido tan protegidos como ahora -alegan- mientras aumentan las respetables organizaciones nacionales e internacionales que critican la conducta ecuatoriana. Niegan la existencia de una crisis económica y explican que la “desaceleración de la economía” obedece a causas de las que el Ecuador no es responsable. ¡Han llegado a decir que antes de Correa, no existía el estado!

Echan la culpa de todo a la partidocracia del pasado y no aciertan a comprender que, después de 10 años de gobierno, Alianza Pays ya es el pasado, que la gran mayoría de ecuatorianos desea cambiar.

Cuando el gobierno, en sus innumerables y aburridas sabatinas y cadenas nacionales nos describe un panorama idílico y cordial, el más frecuente comentario se resume en una pregunta: ¿De qué país están hablando? Pero la contundencia de los hechos desmiente las fantasías del oficialismo. Y el pueblo está cada vez más consciente de esto, como lo demuestran las últimas encuestas de popularidad del gobierno y la creciente desconfianza del pueblo en la palabra presidencial.

Un ciudadano irónico atribuía la verborrea oficial a una mala interpretación de la Biblia cuando nos dice que “en el principio era el Verbo”. Pudiera ser que tal ciudadano tenga razón, porque la retórica gubernamental ha copado todos los espacios hasta el punto de volverse contraproducente.

Pero hay algo más: Cuando la fe pierde sus bases principistas, se vuelve fanatismo puro y duro. Alianza Pays ha llegado así a ver carreteras y creer que todas las libertades y derechos se respetan, a inaugurar escuelas u hospitales y pensar que se han resuelto los problemas de la educación y la salud.

Cuando una persona distorsiona lo que ve, se siente amenazada por la realidad y se sumerge en la paranoia. ¿En qué patología social estará inmerso el gobierno?

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