Han pasado casi cuatro meses desde la declaratoria de la alerta blanca y casi dos, de la amarilla; ambas, decisiones generadas por el incremento de la actividad del volcán Cotopaxi. Por eso, causa preocupación, malestar y temor ver cómo las autoridades nacionales y locales no unifican discursos, acciones y decisiones en torno a las medidas de prevención en caso de que se declare alerta naranja o roja.
No se trata de quién tiene la razón ni de que se sepa quién hace bien las cosas y quién no; el tema pasa porque, con lo ocurrido en estos días, nos damos cuenta que ante un evento de tal magnitud como podría ser una erupción del Cotopaxi, aún no se establecen procedimientos mínimos consensuados sobre qué hacer y, además, que estos estén claramente transmitidos a la población. Las diferencias reflejadas entre los ministros Coordinador de Seguridad y de Educación y el Alcalde de Quito evidencian una realidad: descoordinación y no optimización del tiempo que viene dando el volcán. No hay otra conclusión, no es posible que hasta ahora no se den acuerdos mínimos sobre, por ejemplo, la autopista Rumiñahui, si es que será unidireccional o no en alerta naranja, o que se evacúen (o no) los establecimientos educativos. Esto ha generado confusión entre los habitantes que están en zonas de riesgo en los valles de Los Chillos, Tumbaco y Machachi. Y tras cuernos palos, luego de conocerse esta falta de sintonía en los criterios generados por tan importantes autoridades, hay poca esperanza de que se ice una bandera blanca (dejando de lado jerarquías y egos jurisdiccionales), para que haya acercamientos más directos, más productivos y más sustanciosos. Hay vidas humanas que pueden estar en riesgo.
Ya es hora de que autoridades, funcionarios, fuerza pública, líderes comunitarios, dirigentes y habitantes en general sepamos qué debemos hacer en este tipo de fenómeno natural. Una sola y sencilla palabra abarca este escenario, ‘protocolos’; que cada quien sepa lo que debe hacer. Hay que hacer, de lo contrario ¿a quién acudimos?