Decepcionante

Que a lo largo de América Latina, territorio en donde existen marcadas desigualdades, florezcan los populismos y, aproximadamente, un tercio de su población reiteradamente considere que a través del asistencialismo y las dádivas puedan superar la pobreza en que están sumidos, es penoso pero entendible. El que amplios sectores de la población aún crea en los ofrecimientos de Lula, del chavismo, de los kichneristas, que confíe en las promesas de Correa o de Evo, en las proclamas de Ortega que se trastocó en un alumno aprovechado de las prácticas del somozato, o que considere que Cuba es el ejemplo a seguir, puede para muchos ser incomprensible, pero no es sino la expresión que los regímenes democráticos tan vilipendiados por estos personajes, antes de que sean arrasados, ha permitido la libre circulación de ideas y la mayor parte de estos políticos se han servido de sus instituciones para hacerse del poder. Lo que es chocante e inentendible es que sectores con alguna preparación académica, o segmentos vinculados a cierta intelectualidad que se quedó asida al pasado, defiendan estos regímenes con una convicción que raya en el fanatismo y que son muestra de un dogmatismo impermeable, que encajonan a los absurdos acontecimientos que día a día acosan a estos territorios en una supuesta lucha entre el bien y el mal, en la que por supuesto ellos son los que tiene la razón sin importarles que para ello tengan que adulterar la verdad, manipular cifras, ser opacos y hacerse los ciegos ante tanto escándalo que han afectado a esos gobiernos.

Es el cúmulo de la deshonestidad. Son los que a sabiendas que en esos regímenes los derechos de las personas y las libertades han sido conculcados callan, permitiendo que en forma impune regímenes como el de Venezuela siga empobreciendo y agrediendo a su población. Los que, con conocimiento de causa, miran hacia otro lado cuando la corrupción ha esquilmado los fondos públicos o el despilfarro y el derroche ha sido una práctica constante en sus administraciones, que resulta afrentosa ante mayorías que carecen de los servicios más esenciales.

Pero allí continúan arengando con un sentimiento de superioridad, porque supuestamente están sentados del lado correcto de la historia. Entrampados en teorías caducas, de profesores de aldea, no alcanzan a percibir que los pueblos progresan allí precisamente donde se hace todo lo contrario de lo que pregonan. Que los habitantes de los países donde hay libertad no abandonan sus territorios en busca de oportunidades, a diferencia de las diásporas vividas en países como Cuba y Venezuela.

Lastimosamente buena parte de esas ideas día tras día son repetidas a nuestros jóvenes, en espacios copados por estos militantes de causas perdidas con ropaje de académicos, los cuales fácilmente son atrapados por estas ideologías manteniendo vívido un círculo pernicioso. Por ello es bienvenido que los jóvenes tengan a mano instrumentos que les permitan informarse de manera global y que saquen sus propias conclusiones, ante tantos infundios y mentiras disfrazadas de verdades históricas.

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