Nuestro ilustre colega el Dr. Eugenio Espejo fue quien a finales del siglo XVIII, sin miedos ni compromisos, se refirió a que la gente del común, el pueblo llano, el que trabajaba de sol a sol, y hacía los menesteres más humildes, padecía de hambre y su alimentación era de las peores siempre. Eran los que se morían a montones cuando las epidemias de peste y otros flagelos. Son sus palabras: “Entre tanto el hacendado va haciendo su bolsa a costa de la miseria y el hambre del público”, “para mí es una increíble maravilla oír y ver la abundancia de esta provincia y al mismo tiempo oír y ver la escasez, esterilidad y falta aún de todo lo necesario para la vida”, “Cómo poder explicar esta estupenda paradoja”. El Dr. Espejo sí tenía la explicación, por eso luchó para que nos constituyéramos en un país justo y libre. Por eso lo asesinaron.
De bochinche en bochinche, de tumbo en tumbo, de atraco en atraco, la ley para el de poncho, la impunidad para una oligarquía voraz. Es la historia de nuestra vida republicana, hasta hoy en que estalla la prisión del vicepresidente de la República, al parecer capo de una red de corrupción.
Sí, de atraco en atraco, como cuando se imprimían billetes en un banco particular; como cuando el ‘Profeta’ no robaba pero dejaba robar; como cuando los plutócratas desbancaban el Banco de Fomento porque se hacían perdonar las deudas; también cuando el ‘enviado de Dios’ no pagaba los impuestos a la espera de hacerse perdonar una vez en la Presidencia, y él y sus semejantes estuvieron a un paso de hacerle desaparecer al SRI; como cuando la Junta Bancaria resolvía devaluaciones y la infidencia al chivato y a sus banqueros les suponía incrementar sus activos de manera milagrosa; como cuando los ‘banqueros corruptos’ se hicieron con el santo y la limosna en cuantías que igualaban o superaban el Producto Interno Bruto (PIB). En estos días, los últimos atracos en cantidades, según se asegura, de producir vértigo. Pobrecito nuestro país, ¿no? Tanto en tiempo de vacas flacas o de vacas gordas. La codicia no tiene frenos en nuestro desventurado país.
Que hemos llegado al punto en que se impone una consulta popular que nos lleve a rectificar una historia de oprobio hasta donde se pueda, ha sido mi posición, expresada en esta columna. Como a mi juicio precautelar la independencia de la Función Judicial es mandatorio, no encuentro entre las preguntas del presidente Lenín Moreno una que aluda a ese tema crucial. Propongo que se agregue la siguiente: “¿Está usted de acuerdo con que se sancione a toda persona que haya atentado contra la independencia de la Función Judicial con su inhabilitación para participar en la vida política del país?” Pensar que con esta disposición se hubieran ido a su casa FC, el enviado de Dios, y el loco que ama, es como para aceptar mi sugerencia.
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