Ante los juicios de valor y las preguntas que el articulista invitado Óscar Vela D. plantea sobre “las fuentes de la ideología, las convicciones y los referentes históricos y políticos” de Evo Morales, me permito explicarle: Juzgo la confesión de Evo como el acto de valentía digno de un hombre humilde, un líder y político popular enfrentado al tremendo desafío de dirigir un país. La honestidad, la sencillez, incluso la candidez, son valores requeridos por la sociedad; así, la confesión del Mandatario, lejos de merecer burla o compasión, amerita una seria reflexión: ¿cómo lograr una sociedad en donde se lea más? ¿Quién ha dicho que los libros son la única fuente de conocimiento y, sobre todo, de sabiduría en la sociedad y entre los seres humanos? Lejos de encontrar su ideología y convicciones en los libros, o en la televisión -en buena parte promotora del consumismo y la estupidez-; Evo las aprendió de la maestra vida, de las carencias, la exclusión cotidiana y las luchas reivindicatorias de su pueblo; en la solidaridad, la organización social y el amor al prójimo. Ahora, orienta esas enseñanzas al intento de transformar su sufrida y querida patria.
Resulta soberbio juzgar que la lectura determina el liderazgo cuando la tecnología (Internet, ‘smartphones’…) atenta contra el tiempo requerido para la lectura entre clases medias y altas. ¿Cómo puede extrañar que Evo, un campesino indígena, excluido socialmente, seguramente con una educación precaria, no haya desarrollado el hábito de la lectura? He ahí la grave problemática social que debe revertirse.
Generosidad, sensibilidad y humildad son necesarias para construir una sociedad mejor, donde todos, o por lo menos la mayoría, tengan acceso a buena educación, salud, alimentación, agua y saneamiento, y, por supuesto, a los libros y a la lectura.