Después de la tortuosa vida política ecuatoriana entre partidos, dictaduras y populismos de los 40 años del siglo anterior, fue convocada una Asamblea Constituyente en 1938, que tuvo diputados de tres corrientes ideológicas definidas: conservadora, liberal y socialista. Entre el 10 de agosto y diciembre estaba lista una Constitución que consolidó textos vigentes como el Código del Trabajo, el Estatuto de Comunidades Campesinas, Código de Menores, Ley de Educación Superior, otra de Primaria y Secundaria y Ley de Cooperativas. No la expidió el Presidente interino nombrado por esa Asamblea, Aurelio Mosquera Narváez, quien la disolvió. A fines de 1939, por su muerte, Andrés F. Córdova convocó a elecciones, las que ganó Carlos Alberto Arroyo del Río.
Comienza la división de esos partidos, surge el CFP, pasan 40 años de velasquismo y hasta 1978 hay dos dictaduras militares. Devuelto el poder a la democracia y concluido el gobierno Roldós-Hurtado para 1984 compiten 17 partidos, y los triunfadores fueron la Izquierda Democrática con 20,19% y el Social-cristianismo con 13,66. En la 2ª vuelta compiten Rodrigo Borja y León Febres Cordero, el CFP fue 5º con 8,78, la Democracia Cristiana fue 6º con 6,88. Ese 15% demostró el desgaste de cinco años de gobierno, el velasquismo y el APRE fueron últimos con 0,92%. Concretada la elección en mayo de 1984, ganó León Febres Cordero a Rodrigo Borja, quien triunfó cuatro años más tarde.
Han pasado 20 años. Una generación biológica heredó una grave crisis económica y política que debió concluir el 2010, pero la Constitución de Montecristi consagró el hiperpresidencialismo, que de la mano del populismo correísta ha liquidado los cimientos democráticos al concentrar todas las instituciones que sustentan la separación de los tres poderes. Sin legislatura ni poder judicial independientes, y convertido el proceso electoral en dependencia presidencial, que aparenta dos instancias que no existían en la época democrática pluripartidaria: el Consejo y sobre él un Tribunal Contencioso Electoral, nos han dejado sin soberanía popular y como fatal determinismo político un rostro populista. Queda como huella arqueológica: Art.74 de la Constitución de 1967, que garantizó a los ciudadanos actuar en partidos y concedía a jefes nacionales y provinciales fuero de corte superior.
El cerco legal armado tiene como fondo la aparente contienda de febrero del 2013, pero amplios sectores populares añoran el pluralismo de antaño, porque que en seis años la cobertura de ideas absolutistas de un partido ha afectado seriamente a la vigencia de las libertades de pensamiento y de opinión. Recluido un pueblo en espacios inciertos y amenazados desde el manantial populista cada día se difunde el miedo. ¿Cómo queda el voto?