Plurinacionalidad y Sarayaku

Es difícil no estar de acuerdo con Correa sobre las exageraciones dadas a la idea de plurinacionalidad en Sarayaku, yendo más allá de los derechos reconocidos para los pueblos ancestrales. Y al inverso, mal se puede aceptar el despliegue de recursos estatales y condenas del Gobierno a las razones de Sarayaku de autonomía indígena. Aunque, ante un desplante hecho a la autoridad del Estado, por los tres condenados por la justicia y por el dirigente indígena, pueda entenderse que el Gobierno no admita el precedente de que Sarayaku sea territorio con soberanía. Pero es claro que los perseguidos por la justicia también tienen razón al disponer de una decisión de protección de una instancia internacional (CIDH) que ha sido reconocida por el Estado.

Dándole más dimensiones de la que tiene, la plurinacionalidad se devalúa a los ojos de la mayoría y se da pretexto a que se lo cercene con precisiones innecesarias o precedentes de intervención del Gobierno con Policía y justicia.

Hay la idealización de estas culturas y su uso político que no ayudan a asumir la realidad. La TV, la radio y lo urbano ya hacen parte de la vida de estos pueblos y crean metas a lograr; y, al inverso, la vida de la selva o del campo se borra. A gran velocidad entra la necesidad del dinero, la escuela o la religiosidad o los modos de vida de "otros". Es una carrera a contrarreloj para defender esas culturas y darles el tiempo para que definan su futuro y el "desarrollo" económico propios.

Las idealizaciones de los indígenas enceguece. Los hacen ecologistas por naturaleza, encarnación de una religiosidad perdida, o pomposamente seres ontológicos portadores de alguna salvación radical del mundo que de otro modo no pueden concebirlo. Cuenta su proyección de lo que quisieran. Lo que se podría hacer no sirve pues esperan las condiciones ideales para que se cumpla el sueño ideal, mientras tanto avanza la destrucción cultural.

Sarayaku invita a precisar lo plurinacional que en Montecristi no se lo hizo ni se lo precisó institucionalmente.

Urge consolidar lo ganado en normas legales para que cierta autonomía de gestión, de autoridades propias, de justicia ancestral, de construcción cultural con afirmación del pasado y renovación con la vida contemporánea tome forma y se enraíce, así se evite una simple asimilación a la cultura dominante.

La Constitución también dio medios prácticos para que los derechos colectivos tengan espacios privilegiados para concretarlos como las Circunscripciones Territoriales Indígenas y Afroecuatorianas. Una opción política, intermedia entre pueblos con tierra y otros que no la tienen, y define una vía diferente a la de las "Reservas", una autonomía que termina siendo la peor cárcel para una lenta asimilación. Defender el territorio con una gestión propia debería ser otra cosa; una vía ecuatoriana a la convivencia de varias culturas.

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