¡Oportunísimo el recuerdo que se ha hecho de los escritos de Juan Montalvo, personaje mayor de la Literatura ecuatoriana! ¡Oportunísimo, casi insuperable! Para muestra un pequeñísimo ‘botón’ de Las Catilinarias: “La suerte de las naciones puede ser medida por la calidad de sus gobernantes, bien así en lo que dice a las luces generales como en lo que frisa con la moral pública. En países de escasa o ninguna civilización, la ignorancia anda de banda mayor”. ¡Oportunísimo el recuerdo… pero incompleto!; si para el individuo literato basta lo primero, para el individuo histórico y sobre todo el apasionado político de la segunda mitad del siglo XIX, resulta indispensable ubicarle en pleno drama y respecto de otros protagonistas de significación, si es que se aspira a lograr juicios válidos .
Ya no cabe discutir a esta altura, aquello que ha conseguido esclarecer el análisis penetrante, o sea que el verdadero contendor no fue García Moreno sino que lo fue el Gral. José María Urbina, ansioso de recuperar el mando que había perdido, y también eso otro de que con quien el escritor ambateño se ensañó hasta el extremo de la diatriba y el insulto, fue con el Gral. Ignacio de Veintimilla durante ese larguísimo período, que empezó en el golpe de cuartel contra el presidente Borrero, siguió con una supuesta presidencia constitucional y culminó a través de año y medio de nueva dictadura, sostenida indirectamente por la prosperidad que las exportaciones de cacao le habían permitido al Ecuador y el financiamiento de las innumerables prebendas a los militares.
A solo 3 años no completos del asesinato de García Moreno, conocedor del episodio Montalvo, exclamara su célebre frase de “Mi pluma lo mató”, por alusión al folleto de “La dictadura perpetua”, que había enfervorizado a varios jóvenes, cómplices del crimen, pero el mismo Juan Montalvo escribiera “El desperezo del regenerador”.
Y allí testimonió las ambivalentes opiniones acerca del mandatario victimizado, para más destacar el criterio en torno de Veintimilla. Un devoto montalvino, el médico Plutarco Naranjo, en su erudito estudio, no puede eludir al parangón con García Moreno: “¡qué hombre!, éste sí que hombre nacido para grande hombre, sin ese desvío lamentable de su naturaleza hacia lo malo (sic). Sujeto de grande inteligencia, tirano sabio, jayán de valor y arrojo increíbles; invencionero, ardidoso, rico en arbitrios y expedientes, imaginación socorrida, voluntad fuerte, ímpetu vencedor. ¡Qué lástima! García Moreno hubiera sido el primer hombre de Suramérica, si sus poderosas facultades no hubieran estado dedicadas a una obra nefanda: la opresión, la tiranía…García Moreno hombre raro, ser misterioso para las mujeres; lleno de fuerza, poder, eficacia, con vida física y moral para muchos años, cae el día menos pensado, el infeliz, rueda a patadas por la plaza, un perro no muere más ignominiosamente (sic)”.