Comparar al burro con los políticos, es un insulto para el asno. El primer burro que conocí en mi niñez (no me refiero a ser humano alguno), y me impresionó por su ternura, dulzura y sensibilidad fue Platero, cuyo “propietario”, el español Juan Ramón Jiménez, lo describió de tal manera que muchas personas quisieran parecerse a un animalito como ese, trabajador y leal, más que varios de los que pululan en las cercanías de Carondelet, o de la Asamblea Nacional. Ni qué decir de los que el gobernante espantó hacia las cortes de justicia.
‘Platero y yo’, una bella obra escrita en 1917 para adultos, a pesar de creerse dirigida a niños y jóvenes, no ha sido leída por ciertos humanos (incluyo a políticos), es decir, animales por perderse una lectura con pasajes tiernos, alegres y tristes. Una verdadera obra literaria. Comparar al burro con los políticos es un absurdo. Es condecorar a aquellos que no hacen bien su tarea. El burro con su accionar diario puede dar clases de fidelidad y sensibilidad. Las actitudes del burro son más dignas que las de muchos políticos.
El burro que me impresionó lo describió Jiménez así: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos… Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándoles apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con su trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé que cascabeleo ideal…”. ¿Usted cree, amable lector, que un ser viviente como Platero puede ser comparado con un político? Si su respuesta es afirmativa, pensaría ofende al asno.
Dejar suelto a un político es un peligro para la sociedad. Hacen de las suyas, y luego culpan al resto. Inician un conflicto, para posteriormente enviar a los obedientes jueces para que condenen al adversario. ¿Acaso un burro actúa así? El animal de cuatro patas labora. Su instinto le hace actuar en una sola dirección. Los políticos se quejan, reclaman y deciden de acuerdo a sus variantes necesidades. Si un político anda suelto, jamás tiene una actitud tierna como la de Platero. Las flores le sirven para adular a quien le puede retribuir económicamente. Platero acaricia las que están en el prado. Si se convoca a un político cerca de las flores…¡cuidado se marchiten, si las dejan!
Me he contrariado con el insulto a los burros, seres de trabajo, al compararlos con una especie de humanos en época de elecciones, en que el lenguaje y ofrecimientos sin sustento se hacen evidentes. Defiendo al burro por su dedicación al trabajo. Leal a quien le cuida y alimenta. Defiendo al burro por su nobleza. Por ser un animal cuyo destino es vivir y no engañar. Llamar burro a un humano es no conocer a este cuadrúpedo tan bien descrito por Juan Ramón Jiménez.