Si el Gobierno espera que el sector privado sea el motor de la reactivación económica, lo más probable es que siga esperando, al menos, hasta el próximo año. A un trimestre que finalice este 2016, las cartas prácticamente están echadas y los datos apuntan a una contracción económica que estará entre el 2 y 3%.
Aún no hay señales para pensar que la empresa privada tenga un mayor protagonismo el siguiente año, debido a la incertidumbre electoral, el ambiente para hacer negocios y la falta de un plan económico que permita visualizar al país a mediano y largo plazos. Las autoridades económicas aseguran que estuvo planificada una transición para que el sector privado vaya tomando la posta como motor del crecimiento económico del país. Sin embargo, las medidas que se vienen aplicando no van en esa dirección y envían señales confusas.
Según el Gobierno, el Plan de Desarrollo contemplaba una evolución del modelo económico, con una primera etapa de fuerte inversión pública en infraestructura para sentar las bases e impulsar la competitividad. Y luego, con incentivos para que la inversión privada vaya compensando la menor participación estatal.
Si la planificación funcionaba, la inversión total no debía afectarse y la economía debía seguir creciendo. En los hechos, la inversión cayó, la transición no ha empezado y la economía caerá.
En el primer trimestre del 2016 la inversión total cayó 9% y en el primer semestre de la inversión pública se contrajo 29%, lo cual es letal para una economía que depende del gasto público. Las empresas están ralentizando sus inversiones y, pese a que aumentó la oferta de crédito bancario en los últimos dos meses, la demanda no reacciona.
Los incentivos para generar una mayor inversión privada son de bajo impacto. Se mantienen impuestos que afectan las finanzas de las empresas como el anticipo del impuesto a la renta, por su importancia en las arcas fiscales. Es decir, se sigue pensando que lo principal es el gasto público.