Superados ya los análisis acerca de la derrota del Gobierno de la llamada ‘revolución ciudadana’ y a la espera y la expectativa por el desempeño de los nuevos dignatarios seccionales, no hay por qué ocultar la circunstancia de que el Ecuador ha iniciado una etapa del todo diferente respecto de siete años, dominados por la fuerte personalidad y aun el estilo del economista Rafael Correa.
Pero entretanto cabe mirar hacia el escenario internacional y, particularmente, hacia los sucesos de dos países que han registrado notables estallidos de violencia colectiva, Ucrania, ubicada en el extremo suroeste del gigantesco territorio que perteneciera a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -más brevemente conocida como la URSS- y mucho más cercanamente, Venezuela.
Ucrania coincide con un sector de significativa riqueza. Dispone de zonas muy fértiles, tiene también petróleo, trigo, remolacha, patatas, una gama de codiciados cereales, hortalizas, etc., pero nada de esto impidió que se sumiera en solo unas semanas entre los tentáculos de una asfixiante crisis política e institucional. Cuando ya la cifra de las muertes violentas había superado con creces el centenar, por fin se sensibilizó el entonces Mandatario y accedió para que se adelante un año las elecciones. Hasta donde puede presumirse, en los comicios triunfará un popular personaje, el exboxeador Vitali Klitschko, convertido en la cabeza visible de una oposición que rechazaba las prácticas del Mandatario anterior. Inclusive la prepotencia, el despilfarro y el lujo y derroches de la administración precedente.
Acaso el evento de Venezuela resulte más notorio todavía, puesto que este país sudamericano puede con facilidad ser el más dotado de recursos naturales del mundo si se atiende a la superficie del territorio, la que incluye petróleo, gas natural, hierro, aluminio y otros bienes iguales de estratégicos.
Sin embargo, las desgracias parece que se hubieran cebado sobre un pueblo digno sin duda de mejor suerte. Primero discurrieron los largos años del gobierno de Hugo Chávez y, cuando este fue atacado por un cáncer que no halló curación, recibió un culto casi religioso. Posteriormente fue sustituido por un antiguo conductor de transporte público, Nicolás Maduro, después de elecciones que merecieron múltiples reparos.
A partir de esas fechas, el régimen de Maduro ha mostrado gravísimos quiebres: una inflación de precios galopantes, el desabastecimiento, la inseguridad y los delitos por todos los extremos del territorio, la represión de parte de las fuerzas del orden público y también de milicias nutridas con abundantes extranjeros a quienes se ha concedido el uso de las armas y acaso, la impunidad. El saldo ha sido doloroso pero no suficiente hasta ahora para constituir una verdadera oposición orgánica, que permita alentar la esperanza en un mejor futuro colectivo.