Pigmeos

¿Es necesario que en un grupo de personas exista un líder fuerte que conduzca a los demás al sitio deseado por él? Mi opinión es que no es positivo. Sostengo que si hay un ser cuya personalidad arrasa con la de los demás, éste hará lo que a él le convenga, no al equipo. Buscará su permanencia y figuración. Llevará el "balón" a su cancha, y su posición de capitán hará que el resto trabaje a su ritmo, no al del grupo. En muchas oportunidades el resto de los integrantes del "team" se preocuparán de ese líder (talvez por temor), dejando a los demás sin opción a participar a pesar de que las ideas, criterios o posiciones sean mejores. Aquí se pierde la dignidad. En este caso el juego es individualista, egoísta. De beneficio para una sola persona: la del "dueño" de la pelota.

También existen líderes que sin aparecer, manejan al grupo de manera ordenada, sin generar temor en sus integrantes, quienes acatan las palabras de buena manera y con gusto, porque se manda de forma educada, democrática. Sabiendo el porqué de tal resolución. Con este tipo de personas se puede discutir, hablar, intercambiar ideas para comprender el motivo de la petición. Eso abre puertas a nuevos criterios que dejan al descubierto otros caminos. Se ve de otra manera el problema y se pueden presentar varias soluciones, consensuadas, no impuestas. Esos son los jefes de los equipos en que se avanza con respeto y decisión. Esos son los líderes generosos y positivos. Esos trascienden en los días.

Jugar en conjunto genera más éxitos que frustraciones.

Imponer decisiones, a veces apresuradas, no conduce a sitio alguno. Trabajar sin miedo y conociendo lo que se busca, sin odios ni rencores, ayudándose los unos con los otros, une al grupo, no lo divide.

Conducir a seres humanos generando odio hacia quienes no conforman ese equipo, o discrepan con los métodos, solo trae como resultado desconfianza y una actitud defensiva de parte de otras personas, quienes estarán listas a atacar cuando se les ofenda o maltrate. Se atrasa en el tiempo. No se crece en la vida. Se queda, según la antigua poesía griega, como el pueblo pigmeo: pequeño de mente, belicoso en su actitud y como hábiles flecheros.

En fin.

Escribí este artículo pensando en el equipo de fútbol de la Universidad Católica, en el que hay un líder que aparece poco en escena, pero conduce a una serie de personas, de distinta procedencia. Todos ellos aportan, obedecen, cumplen con seriedad sus funciones. Trabajan con tesón y creen en lo que están haciendo. No se amedrentan, ni ejecutan sus labores por temor al castigo o al disgusto del jefe. Avanzan sin jactarse del sitio en que se ubican.

¿No será bueno que ciertos dirigentes hagan acopio de humildad y sigan el ejemplo de gente buena que trabaja por convicción?

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