Mucho petróleo y pobres al fin

La baja del precio del petróleo no deja de sorprender con consecuencias interminables.

El futuro es imprevisible, cuanto más que crece el polvorín de guerra en el mundo musulmán. Los éxitos del grupo Estado Islámico están en medio de pozos petroleros.

Arabia Saudita, el Estado más grande de Oriente Medio, las mayores reservas de petróleo, ya se asume como potencia militar. Financió para frenar las “primaveras árabes” que amenazarían a su conservadora monarquía, o a grupos rebeldes para frenar gobiernos rivales y participó en las guerras en Iraq o Siria.

Ahora enfrenta a Irán, de modo interpuesto en Yemen; eso exige muchos recursos. Pero está en déficit fiscal. Inimaginable. Requiere que el barril esté a USD 100. Su déficit ya es de 40 000 millones (¿llegará a 100 000 millones?) a pesar de exportar 10 millones de barriles diarios y que ahora las materias primas no representan sino 34% de su PIB mientras la petroquímica 10%. Pero el 90% del presupuesto depende del petróleo.

Arabia Saudita tiene uno de los más grandes presupuestos por habitante. La mayoría vive de un Estado que casi todo subvenciona y que ahora no puede frenar el gasto.

Con Venezuela se muestra el fracaso de economías extractivistas o de las que privilegian un producto o un servicio (turismo), lo cual lleva al funcionamiento rentista. A ese comportamiento del nuevo rico, que todo soluciona con más gasto para acceder a toda la modernidad, sin generarla. Multiplican infraestructura y servicios, sin prever su mantenimiento o costo futuro. La ilusión dura el tiempo que la renta llena los bolsillos, en lugar de haber hecho de esa renta la inversión para generar otra sociedad.

Ecuador puede pretender estar en esta otra vía, pero ha tomado siete años para referirse a una “nueva matriz” (¿viable?) y entre tiempo importó modernidad con las ínfulas del nuevo rico de pretender que es el Primer Mundo. Ve aún como el buen camino importar toda la infraestructura del Primer Mundo, en salud, educación, servicios públicos, o que la eficacia es reemplazar todo con lo nuevo sin considerar sus implicaciones a la larga. La inversión pública es necesaria pero depende cómo se la hace y que sistema se crea en los hechos.

Qué difícil es escaparse de la mentalidad rentista del extractivismo de querer todo, sin esfuerzo, sin crear una sociedad que se dé lo necesario con trabajo propio. Venezuela mostró que el maná petrolero nunca es suficiente para pagar tanto gasto que se vuelve indispensable, pues los sueños de gastar crecen con la plata en el bolsillo. Además, Venezuela y otros países andinos, beneficiados por la temporal riqueza de las materias primas y que se dicen de izquierda, queman el símbolo de la izquierda al dar un no-sistema de economía y de sociedad. Pues, ser generosos con la renta, pagando los sueños de Primer Mundo de la clase media, no es otro sistema que ser buenos gastadores.

jleon@elcomercio.org

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