Hace pocos días, el presidente Ollanta Humala visitó España, para fomentar las inversiones del país ibérico en el Perú. Asistió después al Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza. Ambas visitas han sido elogiadas por los peruanos, independientemente de su filiación política, porque sus objetivos fueron claros e importantes.
Perú tiene un amplio comercio con España, país al que vendió más de USD 1 500 millones el año pasado y compró 500 millones. A Suiza exportó 5 300 millones, básicamente oro, y adquirió 135 millones. El Perú ha comprendido que, dadas las características de la globalización, para facilitar su desarrollo sostenible, con los envidiables índices alcanzados durante casi 10 años, necesita promover la inversión extranjera, elemento esencial para obtener lo que la inversión pública y el ahorro interno no pueden hacerlo solos. Las reuniones de Humala con el rey Juan Carlos, el presidente Rajoy y los empresarios españoles parecen haber cumplido sus objetivos. Destacó la estabilidad económica y jurídica que su Gobierno garantiza, lo que fue elogiado por el ex presidente del gobierno español Felipe González, quien dijo: “No importa tanto la orientación del gobierno sino que sea previsible”.
En Suiza, país con el que Perú tiene un Tratado de Libre Comercio, su participación fue destacada. El Foro Económico Mundial, al que asisten los más poderosos líderes, es un instrumento de gran utilidad para difundir políticas y programas económicos, lo que ningún estadista desaprovecha. En el Perú se ha comentado que la gestión de Humala sirvió para establecer relaciones empresariales “con una de las economías más im-portantes del mundo” y ampliar los mercados peruanos.
Mientras tanto, nuestras autoridades siguen ensimismadas con los nexos que cultivan con la Alba, Irán y Siria. Después de los mensajes contradictorios, confusos y cargados de fanatismo que han transmitido recientemente, anun- cian que el Ministro Patiño visitará Europa para demostrar que el Ecuador sí quiere negociar un acuerdo comercial. Por supuesto, ningún país tomará en serio estas manifestaciones desarticuladas que la Cancillería presenta como “una política internacional que busca negociar un tratado para el desarrollo”.
La mejor manera de defender el prestigio y los intereses de nuestro país consiste en actuar con dignidad, coherencia y claridad. Es iluso pensar que porque el Canciller viaje a Europa a explicar lo que nadie comprende, las cartas para el Ecuador vayan a volverse automáticamente positivas. Ha perdido credibilidad. Bien haría el Presidente en preparar visita oficial, con definiciones y objetivos claros, que permitan iniciar una negociación y recuperar el tiempo ya perdido -más de un mandato presidencial- en nuestros tratos con los 27 países de la Unión Europea.