Al tiempo de preparar esta columna de opinión, los resultados de la segunda vuelta de las elecciones en Perú arrojaban como probable ganador a Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Este, una vez escrutados el 94,2% de los votos, se imponía a Keiko Fujimori con un poco más de 50 000 sufragios. Nada se puede dar por descontado, pero queda en la retina de los analistas la importante remontada del candidato de Peruanos por el Kambio.
Es un resultado sorprendentemente ajustado. Y muestra la división de un país en el cual la mitad aún le apuesta al populismo y la otra se divide entre los que buscan caminar hacia una democracia estable e institucionalizada, que apuntale los logros de casi dos décadas en los que Perú ha realizado notables progresos y aquellos que votaron animados por el recelo que se vuelva a instalar en su país una dictadura como la que vivieron cuando el padre de la candidata estuvo al frente del poder.
Esa fue una época marcada por los excesos que se cometieron y por los actos de corrupción, como el hecho recordado en el cual el asesor presidencial de la época aparecía en videos entregando dinero en efectivo para llevar a cabo acciones controvertidas y clandestinas, que quedaron grabados en la memoria de los electores de mayor edad.
Los votantes han dificultado el triunfo a la candidata, a quien quizás le faltó ser más explícita en su tarea de desmarcarse de un pasado oprobioso y no haber reaccionado a tiempo ante las serias acusaciones que pesaban sobre personas muy allegadas a su entorno de campaña.
Pero hay otras razones para el despegue final de la candidatura del persistente PPK, el apoyo explícito de las fuerzas de izquierda, principalmente el llamado a votar a su favor que hiciera Verónika Mendoza, quien alcanzó el tercer lugar en la primera vuelta de estos comicios.
Sin duda, ha funcionado la disciplina del voto militante. Esto colocaría al nuevo mandatario, si llegase a triunfar, en una situación incómoda. Para llevar a cabo su plan de gobierno, de centro-derecha, necesitará el apoyo en el Congreso de sus aliados de ocasión los cuales difícilmente le brindarán, habida cuenta que se encuentran en las antípodas en lo que a tendencia ideológica se refiere. De otro lado, tendrá al bloque fujimorista, que cuenta con mayoría en el Congreso peruano, dificultándose así la tarea de alcanzar acuerdos.
Cualquier escenario implica una delicada tarea de negociación y búsqueda de alianzas que, de una forma u otra, repercutirá en la capacidad de acción del nuevo gobierno. Habrá que esperar que encuentren la forma institucional de llevar a cabo políticas que perseveren en el camino trazado, que ha dado buenos resultados al vecino del sur, para que siga atrayendo inversión y expandiendo su economía, generando plazas de empleo para que brinde oportunidades que ayuden a salir de la pobreza a sus ciudadanos más necesitados.
Hoy por hoy, Perú, Colombia y Chile son los países que exhiben alentadores indicadores en la región, sin necesidad de proclamarse ‘revolucionarios’.