El uso del término es funcional cuando se lo aplica al ámbito político. Significa que algo que es y luego puede ser lo contrario en una persona o en un objeto. Dos ejemplos de esta reversibilidad se han producido en Ecuador y América. El primero fue del presiente del Consejo Nacional Electoral en este país, al final de la segunda vuelta electoral con un gazapo de antología. El otro fue protagonizado por un oriundo de la República Oriental del Uruguay que ocupa el sitio que dejó el fatídico chileno que entregó la mayoría de la OEA al chavismo, deshonrando la historia de su patria y la de su pueblo.
El ecuatoriano corrigió el “error” del adelanto que evitó el fraude en la primera vuelta. En esa oportunidad, fue un demócrata que, contra todos los dispositivos del régimen, saltó la barrera del libreto y declaró tácitamente, con el 88% un resultado parcial. Con ese porcentaje, era imposible llegar al 40 % de los votos requeridos para triunfar en la primera.
Sin embargo, entre el 17 de febrero y el 2 de Abil demostró que: “la sangre chuta al monte”. En un gazapo, digno de los registros insólitos de la historia declaró que resultados eran “irreversibles”. Esto, a escasas horas de haberse cerrado las urnas y en medio de la turbulencia de datos, encuestas, conteos rápidos, sin dejar de lado la mano tecnológica de la Politécnica. Solo queda una duda: ¿Lo habrán perdonado?
El caso de Almagro, el oriental que preside la OEA, es desconcertante. Ha sido radical, coherente y demócrata con el caso venezolano; sin embargo, respecto a los resultados electorales en Ecuador fue más veloz que irreversible. Los mal pensados creen que fue una maniobra de José Mujica que presionó a su ex canciller para favorecer a sus amistades socialistas en Ecuador. Sin duda, no parece heredero de la tradición uruguaya de Artigas, Rodó, Obdulio Varela y otros. Por el contrario, parece descendiente directo de Juan María Bordaberry, dictador civil.
Otra situación similar fue el camino que escogió el Departamento de Estado de EEUU para expresar un reconocimiento inmediato. En este caso en la visión geopolítica bismarkiana y kissingeriana, es explicable. Sus miradas están en Siria y en las aguas internacionales frente Corea. Si el fatal destino venezolano les importa poco, que será del confuso ecuatoriano. Ya nos pasó en 1942 cuando presionaron por el Protocolo de Río de Janeiro a semanas del bombardeo a Pearl Harbor. Lo importante era el bloque americano y no las disputas territoriales entre Ecuador y Perú.
Los hombres públicos deben saber que los objetos reversibles no son como el corcho. Cuando se hunden por inservibles no vuelven a la superficie. Si el presidente supuestamente electo no asimila este panorama y el de otras áreas de igual magnitud, se acercará a esos escenarios donde la máxima es “El Rey reina, pero no gobierna”.