Luego de que el movimiento gobiernista, empujado por la figura de su máximo líder, se hiciera de la Alcaldía de Quito en las elecciones del 2009, ha transcurrido el 80% del período en una gestión bastante opaca. Como se ha dicho, las grandes realizaciones que reclama como logros la actual gestión municipal, en su mayoría, son continuación de los proyectos encaminados por el anterior Alcalde. El famoso aeropuerto fue inaugurado sin las vías de acceso listas, circunstancia que ha significado más de un problema a los usuarios. Una vez terminadas éstas continuarán los cuellos de botella en las desembocaduras del tráfico proveniente de los valles a la ciudad, sin que se haya previsto una solución ni se encuentre en marcha ninguna obra para dar solución a ese problema. El parque en el lugar donde funcionaba el antiguo aeropuerto dista mucho de ser tal, su apresurada apertura parece obedecer más a necesidades políticas que dar una verdadera alternativa de recreación a los habitantes de la ciudad. El tráfico crece sin que exista coordinación entre las entidades competentes para lograr aminorar este caos. No se vislumbra una gestión adecuada.
La oferta de construir el metro para la ciudad, sin dejar de considerar que puede ser una solución adecuada, luce lejana. Si bien se ha mencionado que se ha alcanzado el cierre financiero del proyecto, aún existen dudas sobre el costo real al que ascendería finalmente una obra de tamaña magnitud y la forma en que se amortizaría con una tarifa como la anunciada, que no guarda relación con lo que cuesta un pasaje de metro a escala internacional. Diez tiques, con una duración de 90 minutos cada uno, cuestan alrededor de 1,30 euros ¿Se podrá pagar la inversión que demandaría esta empresa con una tarifa de 50 centavos de dólar? No hay duda, hay que buscar soluciones integrales a los problemas del transporte, pero hay que decir la realidad tal como es.
En otras esferas la acción de la Alcaldía es nula. Cualquier persona que arribe a la terminal aérea y se transporte a la ciudad no alcanzará a comprender cómo sus ciudadanos no han exigido a sus autoridades remediar las aguas del río que la atraviesa. Es una vergüenza para la ciudad y quienes la habitamos mirar esa devastación ambiental, con las consecuencias que aquello trae para la irrigación de los suelos. En casi 5 años el tema simplemente ha empeorado y las soluciones seguramente estarán en los cajones de alguna comisión.
En cuanto a funciones que el Municipio ha tomado a su cargo, algunas de ellas son un verdadero desastre. Los trámites que ahora se realizan en el Registro de la Propiedad son la muestra fidedigna de los males de la burocracia: desconocimiento, demoras, falta de respuestas, sin que con el pasar del tiempo se corrija y se mejore. En fin, muchas palabras pero muy poca gestión. Si no fuese por el arrastre electoral del Gobierno, la reelección sería una quimera.