Los periodistas perseguidos

Una mañana llegó a mi oficina, en Vistazo, un jovencito flaco, de cabello rizado. Dijo llamarse Christian Zurita. Quería hacer una pasantía, le dimos la oportunidad. Pocos confiaban en él, yo sí porque notaba cómo a sus 20 años él hacía un tremendo esfuerzo para conseguir los documentos probatorios de tal o cual afirmación. Sus primeras notas, ‘light’, se publicaron en septiembre de 1994. El equipo estaba involucrado en la denuncia y debía buscar historias en esa línea. A los pocos meses descubrió que se traficaba marihuana líquida. Sus temas adquirían matiz de denuncia y los trabajaba como el orfebre una joya, porque la investigación periodística de denuncia es igual a un trabajo de orfebrería donde se enlazan con precisión los hechos y dichos con las pruebas: documentos, grabaciones, imágenes. Algunos van más allá, a la persecución del personaje, pruebas de alcoholemia, detector de mentiras. Eso ya es pesquisa policial, show, que no encaja dentro del periodismo de investigación ecuatoriano que se caracteriza por serio.

En 1996 se incorporó al equipo, Juan Carlos Calderón. Coincidiendo con una temporada de destape de alta corrupción, con Christian prepararon denuncias fuertes que exigían muchas pruebas porque la condición del medio para la publicación del tema no era que favoreciera a tal o cual persona, que tuviera tal o cual línea política; era ‘la prueba’. Es la diferencia entre un medio privado y uno del Estado. El privado exige ‘la prueba’ para confirmar o desmentir un hecho, el otro busca pruebas para atacar a un rival o gasta miles de dólares en reportajes publicitarios, como la minería a gran escala.

Luego vi a Juan Carlos y Christian por El Expreso, Teleamazonas. Crecieron tanto que por ahí no faltaron comentarios de que algún medio estatal les habría guiñado el ojo. Ellos siguieron en el sector privado, ¡bien!, porque son preferibles 100 empresas privadas malas que una estatal buena donde si no piensa como ellos, le botan de la noche a la mañana. Pasó con el director de un periódico y sus 25 editorialistas censurados, con un jefe de investigación que se resistía a convertir la investigación en propaganda .

Ceñidos a su estilo, Christian y Juan Carlos escribieron el ‘Gran Hermano’ que tenía como fuente, no a un delincuente, no a un narcotraficante, sino al hermano del Presidente. Tras la denuncia, el presidente enjuició a los periodistas por citar palabras de su hermano y con su refinada lengua les trató de “enfermos”, “payasitos”, “cucarachitas”, “gusanitos” a los que “hay que impedirles que se conviertan en mariposas”. En un blog de “insultos animales” acabo de leer que estas frases tienen doble sentido.

El Presidente exigía una indemnización de USD 10 millones. Divididos para USD 1500 que puede ganar un periodista medio, equivalían a 6666 sueldos, 555 años (mitad cada uno).

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