El periodista no es más que un contador de historias, por eso luce tan atractivo su trabajo y tan simple su tarea. Las reglas son muy pocas: que la historia sea verdadera, que sea de actualidad y que sea importante para la comunidad. Por supuesto hay que manejar bien el idioma para contar bien una historia, hay que tener cultura general para entender antes de contar y hay que actuar con ética profesional. Para ello hay códigos de ética, libro de estilo o tratados de moral, pero todo se puede resumir en una sola norma: actuar con recta intención.
Visto de este modo, parece posible que cualquiera pueda ser periodista, y buen periodista. Hay, sin embargo, algunas complejidades. Está, por ejemplo, el hecho de que la mayoría de las historias que cuentan los periodistas son historias ajenas, alguien les contó a ellos y ellos tuvieron que verificar la historia o creer a su fuente.
No se puede verificar todo. Cuando el hombre llegó a la luna no se nos ocurrió verificar la noticia, a pesar de que la Abuela aseguraba que debía ser mentira puesto que era imposible. Cuando una fuente nos cuenta, desde dentro, algún acto de corrupción, antes de gastar tiempo y recursos en verificar la información, tenemos que confiar en la fuente. Algunos periodistas, como Woodward y Bernstein, tuvieron fe en sus fuentes y construyeron sobre ella su gloria; otros, como Dan Rather, concluyeron mal una brillante carrera por creer en una mala fuente. El secreto de los periodistas es tener buenas fuentes y contar con la garantía de su confidencialidad. Si el periodista es obligado a revelar las fuentes, podrá él creer en sus fuentes, pero sus fuentes no creerán en él.
Todos los gobiernos quisieran controlar a la prensa, pero los gobiernos civilizados saben que en democracia, la prensa controla al Gobierno y no a la inversa. Los gobiernos dictatoriales controlan a la prensa y no les importa lo que se diga por el mundo, pero hay gobiernos que utilizan subterfugios para controlar a la prensa y construyen simulacros de democracia para que el mundo se haga de la vista gorda. Son los gobiernos que tienen o preparan leyes ‘mordaza’ para la prensa; los que predican que la libertad de prensa ya es de todos pero desacreditan, acosan y maniatan a la prensa libre.
Son los gobiernos refundadores que se han fabricado constituciones que abruman al ciudadano con garantías y derechos, pero a la hora de la verdad el ciudadano no tiene a quién reclamar. Son gobiernos que ofertan al ciudadano la garantía de que la información será “veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural’” con el propósito de controlar a los medios. ¿Quién si no, verificará que la información sea verificada? Algún organismo o funcionario dirá, antes o después, que la información no es o no ha sido veraz, oportuna, contextualizada o plural y se habrán esfumado o se esfumarán todas las garantías.