Pereza de pensar

Es muy probable que se trate apenas de una idea mía, de una percepción equivocada, pero noto cierta pereza de pensar, cierta somnolencia cerebral en el ambiente. El debate, por otro lado, es inexistente y nos conformamos con lo que haya sobre la mesa. Si lo que se vende en las librerías es evidencia que sustenta mi teoría, hace rato hemos aplastado el botón del piloto automático en modo de letargo: Paulo Coelho, Isabel Allende y Ángeles Mastretta en el lado de la sensibilidad y de la ternura y el infaltable Eduardo Galeano en la arena de la corrección política (somos víctimas de la insidia de las potencias extranjeros y del capital transnacional, no es nuestra culpa).

La discusión sobre política se limita al día a día y a los dimes y diretes de funcionarios, ministros y autoridades. La política lo contamina todo: la familia, la amistad y el fútbol, por lo menos. Nadie se anima – o nadie se atreve, quién sabe- a proponer un modelo distinto o un camino diferente. Mientras sigamos embadurnados de petróleo –aunque se supone que la economía iba a ser pospetrolera- parece que no habrá alternativa a los remoquetes de corrección política: solidaridad, equidad y participación. Mientras tanto, no se considera siquiera si la calidad de la democracia se ha deteriorado o si la democracia es -evidentemente no- simplemente la posibilidad de votar de vez en cuando y por quien la publicidad estatal nos induzca gentilmente a votar. En estos días la democracia se confunde y re relaciona de forma directa con la popularidad de los gobernantes. En otras palabras, el gobernante que es popular es, por definición, un demócrata y no cabe ni amerita discusión de ninguna naturaleza. El gobernante popular habla por el pueblo, actúa por el pueblo y es el depositario de la razón del pueblo, de modo que no quepa divergencia alguna.

Nos dejamos llevar por la rutina y por lo que dicte el poder. Si el poder está interesado en que nos preocupemos por los altos niveles de uso de las tarjetas de crédito, pues por supuesto que nos pasaremos riñendo por los altos niveles de uso de las tarjetas de crédito. Si al poder se le ocurre que es bueno y saludable que nos preocupemos por la pesca de aletas de tiburón, pues allá vamos: foros sobre aletas de tiburón, congresos mundiales sobre aletas de tiburón y, claro, un certamen de belleza en el que se corona a la reina de las aletas de tiburón.

También llaman la atención (“poderosamente” como dice la prensa mercantilista) la falta de pensamiento crítico, la adhesión de muchos intelectuales con el poder (por varias razones: por salarios y oportunidades, por simular progresismo o por no alejarse del “proyecto”).

Somos rehenes de la política y de su toxicidad.

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