Perdón y reconciliación

En el anterior artículo hice un planteamiento sucinto de los enfoques que creo necesarios para desarrollar en niños y jóvenes la mayor madurez psicológica y moral que permitirá que eviten la intolerancia. En este planteo un posible enfoque para enfrentar la intolerancia ya existente, que todavía está ampliamente presente en la mayoría de sociedades humanas.

Comienzo con lo que creo que no se debe hacer: responder a la intolerancia con similar o mayor intolerancia. Comprendí esto al conocer a Voltaire. Aunque fue autor de la célebre frase “Señor, estoy en completo desacuerdo con Usted pero defenderé hasta la muerte su derecho a pensar así”, y cuestionó con inigualable vigor intelectual e ingenio la intolerancia de la Iglesia y de la monarquía francesa, fue a su vez intensamente intolerante de ideas distintas de las suyas, en especial las de la fe religiosa. Hay quienes dicen que se debe “luchar contra el fuego con fuego”. Discrepo. Eso lo que más puede producir es cada vez mayor conflagración, en infinita espiral que solo genera violencia.

En esa línea de pensamiento, la mejor respuesta a los intolerantes es tratar de comprender los orígenes de sus inseguridades y dolores y, sobre esa base, extenderles una mano de perdón y de reconciliación. Siguiendo a Martin Luther King, quien tomó la idea de Gandhi, quien tomó la idea de Jesucristo, debemos odiar al pecado, no al pecador.

Desmond Tutu, arzobispo de Johannesburgo y cercano colaborador de Nelson Mandela, relata el caso de una mujer blanca sudafricana herida gravemente en un ataque perpetrado por terroristas negros: “Ella vino ante la Comisión (de la Verdad y la Reconciliación) y dijo: ‘Esta experiencia, que me ha dejado así, severamente lisiada, ha enriquecido mi vida’. ¡Enriquecido mi vida! Luego dijo: ‘Me gustaría conocer al atacante. ¡Quiero conocer al hombre que lanzó la granada! Quiero conocerlo con ánimo de perdón, que es maravilloso. Me gustaría perdonarlo’. Pero lo que resultó casi increíble fue que luego agregara: ‘Espero que él me perdone a mí”.

Tutu comenta: “He podido ver el fondo del abismo de la maldad humana y he visto a qué profundidades podemos descender. Pero, paradójicamente, uno queda maravillado por la revelación de la bondad de las personas. Uno se encuentra con personas que, habiendo sufrido terriblemente, deberían con todo derecho estar llenas de amargura, del espíritu de la venganza y la retribución. Pero no lo están”. Y termina con la reflexión: “Estamos hechos para la bondad. Estamos hechos para el amor. Estamos hechos para la amistad. Estamos hechos para la unión. Estamos hechos para todas las cosas bellas que Usted y yo conocemos”.

Suplementos digitales