El Presidente acaba de hacer público su anuncio de remitir la condena de tres años de cárcel y el pago de 40 millones de dólares que pesaba sobre diario El Universo, sus directivos y ex editor de Opinión, así como el pago de 2 millones que por “daño espiritual” debían pagar los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita en el caso del “Gran Hermano”.
Es positivo que el presidente Correa, más por presión internacional que por propio convencimiento, finalmente haya y desistido de estos juicios que conmocionaron a la opinión pública nacional, regional y mundial no solo por la desproporción existente en las sentencias sino por las serias irregularidades que se dieron a lo largo de los dos procesos.
Me refiero en primer lugar a la sustanciación de cada uno de los procesos y en segundo lugar al procedimiento seguido en estos dos juicios. El uso e interpretación sesgada de la “autoría coadyuvante”, el cambio de jueces, la celeridad de los procesos, las acciones que se hicieron para impedir que los acusados incorporen pruebas en los juicios e incluso de los serios cuestionamientos que existieron sobre la autoría de las sentencias (Chucky Seven), dejan en mal predicamento a la justicia.
Por ello la victoria de Correa contra la “prensa abusiva” no pasa de ser una victoria pírrica, por no decir desigual y torcida. Eso no se soluciona con el archivo de los dos juicios en cuestión.
No obstante, el peor daño ha sido a la vigencia del Estado de Derecho y a la imagen internacional del Ecuador. La interferencia en la justicia para perseguir y amedrentar a la prensa ha roto con la vigencia plena del Estado de Derecho y de la democracia. Lo que prevalece no es el derecho sino la vigencia de un régimen con poderes ilimitados.
El desprestigio de la imagen del Ecuador a nivel internacional por los juicios que acabamos de comentar es grande. Los pronunciamientos de ex presidentes, escritores, organizaciones de periodistas, así como la cobertura mediática dada a nivel mundial han evidenciado preocupaciones serias de lo que sucede actualmente.
Al contrario de lo que se piensa, el Presidente debería pedir disculpas a todos los ecuatorianos por este bochornoso episodio judicial que ha deteriorado la imagen del país. Hasta el día de hoy no es capaz de distinguir entre asuntos de Estado y problemas, odios y rencores personales.
Esto debería ser motivo para un nuevo tomo de su libro “Ecuador: de Banana Republic a la No República”. Sin embargo, creo ahora debería titularse de otra manera: “Ecuador, de la Banana Republic a la autocracia dictatorial”, “Ecuador, historia de cómo se hace pedazos la institucionalidad democrática, se toma la justicia y se coarta la libertad de expresión en 5 años”.