Aunque todavía es prematuro hacer un análisis somero de los resultados del pasado domingo, quisiera, en base de lo que he podido observar, hacer un recuento de los factores que incidieron en mayor medida en la derrota del oficialismo.
Digo derrota, porque, a pesar del millonario y desproporcionado gasto en publicidad, en movilización de funcionarios públicos para hacer campaña, en pintar buena parte de las paredes de las ciudades del país con grafitis difamatorios y hacer una campaña sucia nunca antes vista, en cadenas de radio y TV para difundir mensajes de carácter electoral, pese a esto, a todo esto, Alianza País perdió en las principales ciudades del país.
En términos estratégicos no pesa mucho decir que Alianza País (AP) ganó en 130 ciudades cuando se sabe que el control de ciertas plazas como Quito, Guayaquil, Cuenca, Santo Domingo, Ibarra o Manta puede definir una elección presidencial.
Más allá de que haya sido una derrota o un revés para el oficialismo, lo cierto es que hay un considerable declive. ¿Cuáles fueron los factores que incidieron en ello? Varios. En primer lugar, como ha dicho el presidente Correa, tuvo que ver con la gestión de las autoridades que iban para la reelección. En segundo lugar, la forma en que se llevó adelante la campaña. En tercer lugar, el sectarismo interno de AP.
Lo que no se entiende es cómo, pese al mal desempeño de ciertos candidatos que iban para la reelección, la cúpula impuso ciertos nombres. En cuanto a la forma que se llevó la campaña, eso no debería extrañarle a Correa. El error fue hacer que el Presidente se presente como el gran elector, restando identidad, carácter propio y cercanía de los candidatos locales. Esto se aprecia en la manera cómo se manejó la imagen e incluso en la redacción de eslóganes poco acertados como el vota “todo, todito 35”. En cuanto al sectarismo, creo que siguieron el ejemplo de su líder.
A más de esto, añadiría lo siguiente. El discurso del correísmo comienza a dar signos de agotamiento. Las frases grandilocuentes como “Patria grande”, “Ni un solo voto al pasado” o “Hasta la victoria siempre” van perdiendo fuerza a medida que se han convertido en parte de un discurso trillado.
También ha pesado la prepotencia, abuso y concentración de poder. Tengo la impresión que el pueblo ecuatoriano ha visto con preocupación el hecho de que el oficialismo concentre más poder y controle incluso los gobiernos locales. Si a esto se suma que ahora prácticamente existe temor de salir a las calles para protestar o decir libremente lo que se piensa (caso Bonil), el elector ha manifestado su descontento a través del voto.
Veamos entonces cómo toma este mensaje el presidente Correa. Lo esencial no está en la acumulación de más poder, sino en hacer una democracia donde el pluralismo, la deliberación y el respeto al otro sean ingredientes fundamentales.