Fabián Corral, en su artículo que lleva el nombre de esta carta (22-10-12), pone una vez más el dedo sobre la llaga y nos pide a los lectores que pensemos en los temas de fondo que afligen a nuestro país. Yo creo que articulistas como él y otros están arando en el mar.
Nuestros intelectuales están devaluados. Temieron la “pobreza” y optaron por el “ogro filantrópico” Las jugosas ubres del Estado les obnubiló y se enceguecieron. Los ejemplos están a la vista. Iván Carvajal los desnudó y se quedaron en silencio. Lo mismo podemos decir de nuestros ex presidentes, cuyo silencio es también un síntoma de lo mal que anda nuestra “inteligencia” criolla.
El articulista se inquiere: ¿Somos país? ¿Es sociedad esta masa? ¿Hay ética? ¿La mediocridad nos agobia? ¿La hipocresía es un estilo?… son preguntas que me ha hecho recordar un libro de 78 páginas de William Ospina: ‘¿Dónde está la franja amarilla?’ (Ed. Norma, 1999). Este escritor casi contesta a Fabián Corral cuando habla a Colombia.
En una de las páginas, expresa lo siguiente: Un pueblo incapaz de darle cara a los males se merece su postración y su angustia. Pero cuando uno se pregunta dónde están los que protestaron, los que se rebelaron, los que exigieron, los que se creyeron con derecho a reclamar un país más justo, más respetuoso, el pensamiento se ensombrece. Los héroes están en los cementerios, nos dice una voz al oído. Y entonces recordamos aquella pieza teatral en la que un personaje exclama: ¡desgraciado el país que no tiene héroes!, y otro le responde: ¡No, desgraciado el país que los necesita!” Lástima que este librito estará “agotado” o sepultado en medio de tanto ‘best-seller’.