Las actividades políticas están que arden, a través de los cuatro puntos cardinales de todo el planeta. Apenas concluyeron las elecciones en Venezuela, cuando llegaron hasta su clímax las etapas finales de los complicados comicios de EE.UU. entre el reelecto Barack Obama y el rival republicano –Romney– que le diera una dura batalla; se cambiaron siete de los nueve integrantes de la hermética cúpula del Partido Comunista Chino y por supuesto, dentro del Ecuador, la “caldera del Sur” de Quito –léase estadio del Club Deportivo Aucas– se llenó de “hervores” a propósito del escogitamiento de las listas pertenecientes al movimiento Alianza País del mandatario Rafael Correa, quien busca la reelección.
Los “hervores” de la caldera van a dar material para numerosos comentarios, tanto del tipo serio, cuanto de los que rescatan más bien los matices cómicos, insólitos o sorprendentes entre los que destaca el humilde puesto del presidente de la Asamblea, Fernando Cordero, quien ha debido ceder ante una aspirante de Imbabura a la que se la reconoció el mejor sitio gracias a su indudable carisma.
La más intensa expectativa fue la del personaje con quien se reemplazaría al popularísimo Lenín Moreno, ahora vicepresidente. En este punto crucial, la conclusión es que no hubo con quien remplazar a Moreno, eso parece significar que, en definitiva se postule al ingeniero Jorge Glas, del Ministerio Coordinador de Sectores Estratégicos, según las exóticas denominaciones burocráticas de moda.
Ya en el plano mundial, nada ha sido tan interesante como el franco señalamiento que se ha hecho de sendos “enemigos” tanto de la administración de EE.UU., como de la que corresponde a la cerrada oligarquía de los chinos, es decir de los enemigos de las dos potencias culminantes de la hora actual. Obama enseguida de su triunfo electoral ha identificado al “precipicio fiscal” como la más inmediata y grave de las amenazas que él deberá enfrentar, vale decir al desequilibrio de dimensiones siderales entre los ingresos insuficientes y los enormes gastos de la Administración; el peso asfixiante de la deuda pública; los nuevos impuestos , etc.
Solo 48 horas después de que los ciudadanos de EE.UU. hubieran ejercido el derecho al sufragio, los chinos de la cúpula, no han sido menos claros. El Mandatario que entregaba la posta, denunció el peligro de la corrupción con ribetes dramáticos, no ha tenido empacho al decir que es tan grave, “que podría causar la caída de la segunda potencia económica mundial”. Para que no haya duda ha vuelto a recalcar: “Si no enfrentamos el problema de la corrupción, la misma podría provocar una crisis del Partido y también una caída del Estado”.
Frente a este panorama la referencia ha sido más bien timorata a eventuales reformas y no ha olvidado el viejo líder asegurar que “China nunca copiaría un sistema político de tinte occidental”.