Tal vez los habrá peores en el futuro, pero por ahora Estados Unidos ha descendido a una sima donde no se lo había visto desde el período de la Gran Depresión.
Su liderazgo militar está entredicho, pues la salida de las tropas de Afganistán es el reconocimiento político y militar de que su presencia no mejoró las condiciones de estabilidad interna de ese país y ni siquiera disminuyó las amenazas de seguridad para los propios estadounidenses.
Han sido once años de guerra, con costos cercanos al trillón de dólares (un millar de millones), y creo que todos recordamos que en ese mismo período Al Qaeda multiplicó sus operaciones en varios países y logró reclutar más adeptos en todos ellos. Esto sin dejar de mencionar que su principal líder, Bin Laden, fue capturado en Pakistán, no en Afganistán.
Al final, esta salida es una opción política mínimamente sensible con un país que ayudaron a devastar, militarmente necesaria y, económicamente inevitable. Y este último punto es sustantivo.
El límite de endeudamiento está por llegar a su límite posiblemente esta semana. El Congreso estadounidense, de mayoría republicana, está empeñado en no extender ese límite y usarlo como chantaje para que los demócratas acepten todas sus propuestas de reducciones draconianas al presupuesto del Estado. Esto solo puede pasar en dos rubros: gastos militares y programas sociales, entre ellos importantes beneficios para la tercera edad, jubilaciones y gastos médicos. Los republicanos están empeñados en esto porque saben en el fondo lo que significa: hundir al alicaído gobierno demócrata para asegurar que un republicano –cualquiera que este sea- gane las elecciones presidenciales del año próximo. Pobre país.
La disputa política ha llegado hasta tal punto que están dispuestos incluso a causar una recesión seria que –dependiendo del tiempo que demoren en levantar el límite a la deuda- podría causar una crisis mundial mucho más seria que la del 2008, además de serios problemas a la economía mundial.
Pero aquí va el tercer y más importante de sus problemas: se trata del liderazgo. Barak Obama es un líder que inspira, pero no realiza.
No ha sido capaz de prevenir el juego político republicano y mucho menos de generar suficientes coaliciones y movilizar a la sociedad para detener el proceso de chantaje. Peor aún, a veces cede a él.
Sus mejores cualidades como su eterna buena fe en el ser humano lo han hecho presa una y otra vez de oscuras celadas republicanas en el Congreso.
Su gobierno está entrampado y no parece él o algún otro demócrata visionario ofrezca alguna salida.
Peor aún, los republicanos tampoco la ofrecen. Solo saben que quieren el poder para ellos, sin visión, sin opciones, sin políticas públicas para las mayorías. La tempestad puede generar vientos huracanados en el resto del mundo. Latinoamérica debe estar prevenida.