Penumbra y desilusión

La pasión puesta en las palabras para definir ideas o para la condena al otro es frecuente en el Ecuador actual. Pocos escapan a ello. Parece imposible salirse de la polarización política que Correa la creó y sus próximos la convirtieron en mandamiento sagrado, mientras los oponentes la hicieron su vida misma.

Pero en el menor desliz de las afirmaciones contundentes, aflora cierto desengaño, un desenfado ante hechos y futuro (incluido en los gobiernistas, AP). Atisbo las ideas en las radios, en conversaciones captadas en el espacio público, sobresale la perdida de esperanza, lo que parece crecer en los de AP. Los oponentes se aferran en que es el fin de un gobierno, lo ven como inevitable y que de todos modos sería mejor el venidero. Pero las dudas aparecen al pensar en el futuro gobierno.

Si se empozó la desilusión (esa penumbra de ideas y emociones) es una triste fase para una sociedad, descompone dinámicas y motivación positivas.

Como en la vida personal es cuando el futuro no es tal sino simple paso del tiempo. La política sin esperanza se agota, desencanta. Puede ser caldo de cultivo de algún gran sacudón más tarde y que el gobierno siguiente sea un destape de tanta causa ahora retenida, no necesariamente un momento para configurar un devenir mejor trazado.

Pero ahora, las ideas para la innovación son pocas, el vivir la disputa con el otro capta las mentes, de los dos lados de la polarización. La concentración del poder impuso también una despolitización de la política al volverla un simple acto de gestión “programada” y propia de la palabra del jefe, este conservadorismo que acorrala al sentido crítico, pues hasta los oponentes argumentan en los mismos términos del administrador.

¿Podrá ahora la sociedad innovar ideas y volverlas creíbles, en poco tiempo? El triunfo del gobierno actual sería que oponentes y simpatizantes queden presos de la polarización, al seguir definiéndose sobre lo que se hizo y no sobre el futuro. Es la conocida herencia del caudillismo; la sociedad pierde cierta capacidad de verse y proyectarse, pues el redentor captó esta necesaria tarea colectiva. El Ecuador cambió mucho pero este país no es pensado ni proyectado al devenir. Para AP lo mejor es la continuidad y cuenta desperdiciar la posibilidad de redefinirse.
Otros desentierran mitos para devaluar al oponente. ¿Cómo ahora el neoliberalismo podrá hacer milagros si no logró en otro lugar?

Esto podría ser una situación del momento. Pero no es nada simple. Ecuador vivió un gran sacudón y cambios, en parte promovidos por la política, y para esto la polarización captó a generaciones que mañana serán las más activas en la sociedad, se apropió de sus mentes y pasión. La disputa de lo que el otro hace es su mundo. Son lastres de largo tiempo en la sociedad. Baste recordar la Argentina post-Perón.

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