Penalizar, ¿para qué?

Mientras escribo estas líneas, cientos, miles de jóvenes se toman las calles de Quito para celebrar la virtual clasificación de la Selección al Mundial. La primera parada son las licorerías, y la segunda, las calles y los espacios públicos. Esta muchedumbre ignora alegremente que su deporte está fuera de la ley desde hace tiempo, e ignora o desprecia las graves multas a que se expone, en el caso de que alguien las aplicara.

Se podría decir que el partido está empatado, pues ellos no cumplen y la autoridad no sanciona. Lo mismo puede decirse de otras leyes tan drásticas como la de Tránsito, que al menos en Quito son ignoradas olímpicamente. Y no solo por los conductores no profesionales.

Las carreras entre buses semivacíos volvieron a ser populares, en medio de pesadas nubes de humo, pues al parecer nadie quiere retar al influyente sector transportista.

Si son pocos quienes tienen conciencia de las leyes vigentes y la autoridad no puede aplicarlas, ¿de qué sirve endurecer la normativa, como lo está haciendo en estos días -incluso durante este viernes de fútbol y celebraciones- la mayoría gobiernista de la Asamblea? Ya se sabe que leyes más duras no garantizan menos delitos ni tampoco sociedades más civilizadas.

Al contrario, los códigos penales drásticos son el envés de sociedades poco cívicas.

Sin una ciudadanía debidamente informada y consciente, sin el cumplimiento de la normativa existente, parece imposible pasar al castigo de delitos contra la naturaleza o contra las mascotas, los cuales ciertamente deben ser sancionados pero que se convierten en normas vacías y sin sentido cuando no hay conciencia social del problema.

Al endurecimiento de penas, al estilo de la 'partidocracia' más recalcitrante, se junta la penalización del aborto incluso en casos de violación, pero no a partir de una discusión razonable sino de la amenaza presidencial de renunciar al cargo en caso de que se apruebe.

En cuanto a la mala práctica médica, que por supuesto debe ser sancionada cuando se compruebe, al penarse como delito inhibirá la buena práctica.

¿Qué visión política y social está detrás de este afán de aprobar un gran Código para enfrentar de una sola vez todos los males? ¿Existe la infraestructura para prevenir, detectar, juzgar y sancionar los delitos en esta magnitud? Antes se dijo que era para cumplir el mandato de la consulta, ahora que para cumplir con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).

Pero más bien da la impresión de que se quiere reforzar un cerco sancionador en donde el ciudadano formal quedará sobreexpuesto. Y que, mientras escribo estas líneas en este viernes festivo, se está santificando una normativa que atiende a la visión del poder, no contemporánea, sin que importe lo que piensa y acostumbra a hacer una sociedad presta a festejar pero no a defender sus derechos.

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