La reacción del Presidente, por misivas electrónicas, en un diario local, escritas por un ciudadano malcriado y grosero, reflejan penosamente la poca tolerancia del Mandatario. Es el primer ciudadano, no jefe de grupo tropical para en alarde de machismo rete al malcriado a medirse físicamente, como se puede inferir de la reacción desde Carondelet.
Contrasta esta supuesta valentía con el despliegue de la guardia pretoriana en sus múltiples traslados. Ningún jefe de Estado, ni en las peores dictaduras, ha hecho uso de un aparato de seguridad tan grande, prepotente y desmedidamente equipado como el que usa el actual mandatario.
A los sueltos de lengua no se pueden sumar los sueltos de manos, esta fórmula violenta e intolerante no es la manera de actuar de unos y otros, pero en un jefe de Estado da pena y vergüenza. La ciudadanía se cansa de la violencia tanto verbal como física.