Lo apodan Peje, nombre de un pez de su natal Tabasco. Tiene una impronta de caudillo y según ha dicho, su papel es redimir a los pobres, enfrentar la desigualdad y batirse, en batalla desigual, contra leyes hechas por y para los poderosos. Es Manuel López Obrador, quien como peje nada en aguas turbulentas, pero en su caso las de la campaña electoral por la Presidencia de México.
En su tercer intento en elecciones presidenciales, a celebrarse el 1 de julio, lleva la delantera en las encuestas. “Ya le toca”, “es la única alternativa”, “ahora sí gana”, son frases que escuché de taxistas, vendedores en la calle y de algunos intelectuales en una reciente visita que realicé a México.
“El Peje” se dice de izquierda y se proclama republicano. En su discurso hay una mezcla del nacionalismo de los 80, ofertas para todo gusto, tesis estatistas y mucho voluntarismo. Desde su primera campaña en 2006 y la actual, lo que ha cambiado es su purismo. De solo permitir alianzas con grupos afines, pasó a pactar con un variopinto espectro de tendencias. Acompañan ahora s su partido Morena -escisión del izquierdista PRD, que es a su vez escisión del PRI- parte de la derecha, políticos cuestionados, viejos detractores y muchos de quienes se dicen progresistas o revolucionarios.
El liderazgo del “Mesías Tropical”, como lo bautizó Enrique Krause, prendió las alarmas en los empresarios, inversionistas e incluso en una parte de la izquierda. Consideran que es un peligro para la institucionalidad y recuerdan sus desplantes contra las leyes y su autoproclamación de presidente legítimo cuando perdió las elecciones de 2006, que consideró fraudulentas.
Según ha señalado, aunque luego lo matiza, se retracta o enfatiza (depende del auditorio y el momento), daría marcha atrás en políticas de apertura comercial, estatizaría sectores económicos, anularía contratos en el sector petrolero y propondría una amnistía a delincuentes.
En el único alto cargo que ocupó en el pasado –jefe de gobierno de la capital— mostró que su encendido discurso no se traduce siempre en hechos. Mucho ruido y pocas nueces, fue lo suyo en ese ejercicio.
López Obrador, que compite contra un alicaído postulante del gobernante PRI y otro mejor posicionado del centrista PAN, entre dos más sin chances, llega a la elección con su mejor “timing”.
Los últimos tres gobiernos, dos del PAN y uno del PRI, no cumplieron las expectativas y el país ha navegado por la violencia, problemas en derechos humanos y una economía que aunque dinámica, no llega a convencer.
Además, el nacionalismo local se exacerbó frente al discurso de Donald Trump y el candidato encajó muy bien en tal reacción.
Aunque hoy sus detractores lo atacan con fuerza, postulando que es un peligro para México, el candidato resiste y todo indica que ganaría la Presidencia.
¿Será El Peje como un Chávez o un Correa? no parece ser el caso. Pero lo que sí se augura es que el país azteca sufrirá un fuerte remezón luego del 1 de julio.