No fue solamente un periodista ni reportero, sino un ciudadano que contribuyó a edificar, a base de la palabra escrita en columnas de los miércoles, un cúmulo de conocimientos, entre historia, razonamiento y cultura general bien seleccionada, para expresarse sobre esos temas, y también comentar y/o criticar el accionar público de los gobernantes. No fui su amigo, pero sí uno de sus lectores. Su último aporte fue publicado el miércoles 4 de abril-2014, escrito días antes de su muerte, que no la habrá presentido a pesar de su deteriorada salud, y por eso esas últimas palabras constituyen su ropaje póstumo. Fue su sello humano ante lo inevitable que tenemos todos los seres humanos. Ese artículo lo tituló “Centro Centralísimo” referido a la España surgida tras la “tremenda guerra civil española” que entronizó por casi 40 años al Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, como caudillo de España por la gracia de Dios, como ordenó inscribir en la moneda fraccionaria rodeando su rostro. Asumió el poder en vísperas del inicio de la II Guerra Mundial ordenado por Hitler con la invasión de tropas a Polonia en septiembre de 1939. Decidió no participar en dicha guerra expansionista que terminó en 1945 con la derrota del eje nazi-alemán e italiano-fascista, y dedicó su acción a sacar a España de su crisis profunda con un millón de muertos, y el éxodo de millares a Alemania, Francia México y a otros países americanos.
Relata los últimos años de la dictadura, en que Franco se dedicó a restablecer la monarquía-parlamentaria, para que sea esa la forma de gobierno después de su muerte. Por eso fue proclamado Juan Carlos como Rey de España en 1975. Aclara la dura etapa de transición a la democracia que la cubrió Adolfo Suárez con brillantez y decencia. Conoció desde adentro la dictadura, y por eso facilitó la necesaria democracia. Gobernó cinco años para sentar las bases firmes para que sea la política pluripartidista la que impere en el pueblo español, y se retiró del poder. A su muerte, hace pocas semanas, multitudes estuvieron despidiéndolo y esos funerales fueron la muestra pública de su agradecimiento. La libertad política plenamente expresada en las urnas aseguró para siempre el entierro de esa dictadura.
El espacio de opinión de Patricio Quevedo Terán lo llenó con su inteligencia, y no es susceptible de reemplazo, porque él utilizó la palabra escrita con honestidad y sapiencia. Transitó por el camino de independencia de cualquier ideología política partidaria, más aún para tener libertad de expresarla ante los actos decisorios de quienes ejercen el poder.
Habrá otro ecuatoriano que cubra ese espacio para que EL COMERCIO continúe orientando la opinión pública, aunque su cobertura siga siendo para las minorías. ¡Qué sería de nuestro pueblo sin opinión libre! No quiero ni imaginarme vivir con verdades emanadas desde un poder absoluto al más puro estilo cubano que ya dura 55 años.