Cuando en 1978 la dictadura militar, a través de normas, interpretaciones y maniobras, impidió la candidatura de Asaad Bucaram, CFP y la Democracia Cristiana candidatizaron a Jaime Roldós y Oswaldo Hurtado para las elecciones presidenciales, conducidas por el Tribunal Supremo Electoral presidido por Rafael Arízaga, conocido como “La mano negra” por sus sospechosas habilidades.
Roldós y Hurtado se impusieron ampliamente y al instalarse el Congreso en 1979, Bucaram se convirtió en su feroz opositor, acusando a Roldós de traidor y de que vivía en “una nube rosada”. Y sucedió lo que el doctor Andrés F. Córdova decía: que en política se puede ver tostar granizo.
Se organizó en el Congreso Nacional la oposición al gobierno que inauguraba Roldós, con la conjunción de fuerzas antagónicas e irreconciliables enemigos. Ahí estuvieron Asaad Bucaram -que hablaba de los sobacos perfumados refiriéndose a los políticos de la oligarquía- León Febres Cordero, Carlos Julio Arosemena, Rafael Armijos, Otto Arosemena entre otros personajes, vilipendiados por Bucaram hasta la víspera.
Roldós era traidor y Hurtado comunista e inexperto. Los diputados cefepistas, a quienes Bucaram encerraba bajo llave en un hotel de la capital para que no se le escapen, se trasladaron poco a poco hacia el gobierno y el bloque entonces mayoritario, primero, y el partido político después, colapsaron.
En las últimas elecciones presidenciales, Alianza País escoge, a regañadientes, a Lenín Moreno como candidato presidencial, el único de sus miembros con posibilidades de triunfo. Impone a Jorge Glas como vicepresidente, a pesar de toda la oposición interna y externa. Las manifestaciones de independencia de Moreno provocan furiosas reacciones y lo califican de traidor. Se devela la corrupción generalizada en el gobierno anterior y el principal blanco de las acusaciones, el vicepresidente Glas, es detenido con irreversibles indicios de responsabilidad, y se enjuicia a seis ministros de estado. Tan contundentes son esos indicios, que el Fiscal, cercano sin dudas a Rafael Correa, es el que le acusa, lo mismo que el Procurador General del Estado. AP le defiende y el expresidente, incomprensiblemente, mete sus manos al fuego por él. Y a continuación se reedita la historia de los patriarcas, que destituyen al Presidente Moreno de la dirección de Alianza País y lo someten al tribunal de ética, aunque las denuncias de actos de corrupción, de los que no puede convertirse en cómplice, deberían, si no por convicción, por conveniencia, merecer respaldo de su partido. Los caudillos-patriarcas no admiten que alguien gobierne sin someterse a su voluntad. Con otros actores y otras circunstancias -se estaría buscando incorporar a la cofradía a vocales de la Corte Constitucional-, se repite la historia de Asaad Bucaram, que no dudó en unirse a los patriarcas de la componenda, sus más encarnizados enemigos, contra su Presidente. Otra vez se tuesta granizo.