La patria grande

Las declaraciones y promesas exageradas tienen patas cortas.

Estamos abrumados de juramentos, que no se cumplen, sobre la integración y saturados de proclamas, acuerdos, reglamentos, estatutos, discursos y declaraciones de principios que son palabrería y papelería sin valor práctico.

Llevamos siglos hablando de identidad y proclamando la integración en los foros mientras se repartía bala en las fronteras y se alteraban los mapas. La inauguración de nuevas organizaciones integracionistas solo sirve para inflar nuevas esperanzas y hacer menos penosa la agonía de las viejas entidades.

Esos anhelos, que parecen cercanos de tanto repetirlos, están en la región de las quimeras aunque tienen un nombre familiar: la patria grande.La ambivalencia de su significado para los gobiernos y los pueblos queda expuesta en un mensaje publicado en la Red con tres rostros progresistas de Colombia, Ecuador y Venezuela, Piedad Córdova, Gabriela Rivadeneira y Eva Golinger con el lema “Construyendo la patria grande”.

Mientras un internauta comentaba: “¡Salud¡ Guerreras de la Patria Grande”, otro murmuraba: “Patria grande dices. Será para ustedes, con sueldos grandes, casas grandes, carros grandes”.

El presidente Rafael Correa ha proclamado muchas veces su vocación integracionista; la última vez, en la inauguración de la sede de Unasur, afirmó: “Debemos construir nuestro destino histórico de recuperar la patria grande, sobre todo con nuestros países vecinos”. Sin embargo, esta semana, cuando la Comunidad Andina le pidió que elimine aranceles para Colombia y Perú, declaró: “Tenemos que analizar seriamente nuestra continuidad en una Comunidad que sirve para muy poco”.

No es poco lo que ha hecho la CAN si consideramos que el comercio entre sus miembros ha pasado de casi cero en 1970 a 20 000 millones en el 2013. Para los productos ecuatorianos significa un mercado de USD 2 800 millones, el tercer destino después de Estados Unidos y Europa.

A los consumidores ecuatorianos nos benefició el dictamen de la CAN porque la imposición de aranceles a Colombia y Perú significaba, en la práctica, un incremento de precios para los productos que importamos de esos países.

Por ahora nos han salvado la dolarización porque mantiene la estabilidad económica y la capacidad adquisitiva de los salarios y la CAN al impedir la imposición de aranceles sin justificativos válidos.

El Gobierno, que sigue buscando recursos, nos amenaza con dos medidas que estarían en estudio: la primera, volver con la idea de los aranceles y esta vez a productos de todos los países; la segunda, abandonar la Comunidad Andina y el discurso florido de la patria grande.

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