Algunos intelectuales fueron parte del grupo que apoyó al régimen de Correa en los primeros años, les encandiló el discurso de “refundación” del país y pasaron por alto todas las señales de autoritarismo. Parecía no importarles la violencia verbal, la intemperancia ante los críticos y el desprecio a sus detractores. El silencio de los primeros años se explicaba en nombre “del proyecto”. Los que cuestionaban eran acusados de no querer un cambio, de defender al “viejo país”, sus privilegios e intereses, de aferrarse a un pasado marcado por el desorden y la corrupción. Los “otros” no entendían el “nuevo paradigma”, que se decía, estaba detrás del proyecto de Constitución.
Montesquieu, en 1784, advertía: “es una experiencia eterna que todo hombre que tiene autoridad es capaz de abusar de ella; irá cada vez más allá, hasta que encuentre una barrera”. Los seguidores de Correa le entregaron demasiado poder, no lo limitaron en nombre de las transformaciones, ahora defienden el proceso constituyente y explican todo lo sucedido como una desviación personal en el ejercicio del poder, pero el autoritarismo se edificó con decisiones y silencios, incluso en los tres primeros años con el apoyo de quienes se consideran así mismos demócratas y son ahora tenaces críticos de lo sucedido, sin asumir responsabilidad alguna por sus acciones y omisiones en la configuración de una estructura institucional autoritaria.
El problema es que al errar en los diagnósticos se suele errar en las soluciones, lo acontecido en estos años no puede reducirse a la patología autoritaria de un individuo y algunos de sus seguidores, es necesario mirar el diseño institucional que afectó el balance de poderes; creó el esperpéntico Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, fachada para el nombramiento de cercanos en puestos clave; una Función Electoral a medida de AP; la toma de la justicia; y una Corte Constitucional como instrumento para dar una aparente juridicidad a las acciones de Correa.
Lo del excontralor Pólit es un ejemplo de manual de esta década autoritaria. Ratificado en su cargo con votos de los ahora críticos, reelegido por el Consejo de Participación con las más altas calificaciones, habría usado el cargo para beneficiarse de una acción corrupta, y las facultades de la entidad que dirigía para perseguir opositores o callar frente a las incorrecciones.
No se trata de seguir dirigiendo el dedo hacia los que apoyaron y fortalecieron los primeros años de correísmo, hoy se requiere un gran acuerdo para desmontarlo, un cometido de todos los demócratas. Pero sin un diagnóstico adecuado de lo sucedido estamos expuestos a repetir los errores. Lo vivido no se explica únicamente por el carácter de una persona, de por medio está un diseño institucional que debe ser desarmado pieza por pieza para superar la imposición de una visión del mundo, la concentración del poder, origen al autoritarismo, y las condiciones institucionales que facilitaron corrupción e impunidad.
@farithsimon